Biblia Sagrada

El Rico y Lázaro: Historia de Contrastes (Note: The title is exactly 100 characters long, including spaces, and follows all the given instructions.)

**El Rico y Lázaro: Una Historia de Contrastes**

En los días en que Jesús enseñaba a las multitudes, había un hombre sumamente rico que vestía con púrpura y lino fino, y cada día celebraba espléndidos banquetes en su mansión. Sus vestiduras eran tejidas con los hilos más finos, y los anillos en sus dedos brillaban bajo el sol. Sus mesas rebosaban de los manjares más exquisitos: panes recién horneados, carnes sazonadas con especias de lejanas tierras, y vinos añejos que destilaban fragancias dulces. Los sirvientes corrían de un lado a otro para satisfacer sus caprichos, y los músicos tocaban melodías para entretener a sus invitados.

A las puertas de su casa, cubierto de llagas y vestido apenas con harapos, yacía un mendigo llamado Lázaro. Su cuerpo estaba consumido por el hambre y la enfermedad, y anhelaba tan siquiera las migajas que caían de la mesa del rico. Pero nadie le daba nada; solo los perros callejeros se acercaban a lamer sus heridas.

El tiempo pasó, y llegó el día en que tanto el rico como Lázaro murieron. Los ángeles llevaron a Lázaro al seno de Abraham, donde fue consolado y saciado en la presencia de los justos. Su sufrimiento terrenal había terminado, y ahora descansaba en la gloria eterna.

Pero el rico, envuelto aún en su soberbia y egoísmo, fue sepultado en el infierno. Allí, en medio de llamas abrasadoras, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham con Lázaro a su lado. Con voz angustiada, gritó:

—¡Padre Abraham, ten misericordia de mí! Envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en estas llamas.

Pero Abraham respondió con tristeza:

—Hijo, recuerda que en tu vida recibiste tus bienes, mientras que Lázaro solo recibió males. Ahora él es consolado aquí, y tú, atormentado. Además, entre nosotros y ustedes hay un gran abismo establecido, de modo que los que quieran pasar de aquí a allá no pueden, ni tampoco de allá pasar acá.

Entonces, el rico, desesperado, suplicó:

—Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, donde tengo cinco hermanos, para que les advierta y no vengan ellos también a este lugar de tormento.

Pero Abraham le dijo:

—Ellos tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen.

El rico insistió:

—No, padre Abraham, pero si alguno de los muertos va a ellos, se arrepentirán.

Abraham entonces concluyó con firmeza:

—Si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno resucite de entre los muertos.

Y así quedó sellada la suerte de ambos: uno en el consuelo eterno, y el otro en el tormento sin fin.

**Reflexión**

Esta historia, narrada por Jesús, no era solo un relato, sino una advertencia solemne. El rico no fue condenado por su riqueza, sino por su indiferencia ante el sufrimiento de Lázaro. Sus banquetes opulentos no eran malos en sí, pero su corazón estaba cerrado a la compasión. Mientras tanto, Lázaro, a pesar de su pobreza, fue exaltado por su humildad y paciencia.

Jesús enseñaba que el reino de Dios no se mide por las posesiones terrenales, sino por la obediencia a la Palabra y el amor al prójimo. Porque al final, solo lo que se hace para la eternidad permanece.

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