Here’s a concise and impactful title for your Bible story in Spanish (under 100 characters, no symbols or quotes): **El Día del Señor: La Victoria Final sobre Jerusalén** (Alternative, shorter option if preferred: **La Victoria Final de Dios en Jerusalén**) Let me know if you’d like any adjustments!
**El Día del Señor: La Victoria Final**
El sol se alzaba sobre Jerusalén, pero no como en los días de paz. El aire olía a humo y a hierro, y el sonido de espadas chocando resonaba entre las estrechas calles de la ciudad. Las naciones se habían congregado contra Jerusalén, como profetizó el Señor por boca de Zacarías. Los ejércitos de los reinos lejanos, con sus estandartes ondeando al viento, habían rodeado la ciudad santa, confiados en su poder. Pero no sabían que el Altísimo tenía preparado un día como ningún otro.
De repente, el suelo comenzó a temblar. Las piedras de los muros se agrietaron, y un estruendo como de mil truenos sacudió la tierra. El Monte de los Olivos se partió en dos, creando un valle inmenso que se extendía hacia el oriente y el occidente. Los soldados enemigos, llenos de terror, corrían en desbandada, pero no había escapatoria. El Señor mismo había descendido con sus santos, y sus pies se posaron sobre el monte, ahora hendido por su poder.
El ejército invasor fue consumido por una plaga como nunca antes vista. Sus carnes se pudrieron mientras aún estaban de pie, sus ojos se disolvieron en sus cuencas, y sus lenguas se secaron en sus bocas. El pánico se apoderó de ellos, y en su desesperación, comenzaron a matarse unos a otros. El Señor había demostrado que Él era el guerrero divino, el que peleaba por su pueblo.
Entonces, algo aún más glorioso sucedió. Las aguas vivas brotaron del templo, fluyendo hacia el oriente y el occidente, hacia el mar Muerto y el Mediterráneo. Donde antes solo había desierto, ahora había vida. Los árboles junto al río crecieron en un instante, dando fruto cada mes, y sus hojas eran para la sanidad de las naciones. El desierto se regocijó y floreció como el lirio, porque la maldición había sido quebrada.
Jerusalén fue exaltada, y habitó en seguridad. Ya no hubo más noche en la ciudad, porque la luz del Señor la iluminaba. Las naciones que quedaron de aquellas que atacaron a Israel subieron cada año a adorar al Rey, el Señor de los ejércitos. Aquellos que se negaron a hacerlo no recibieron lluvia sobre sus tierras, y sus reinos fueron asolados.
En ese día, hasta los cascabeles de los caballos llevaban la inscripción: *»Santo al Señor»*. Las ollas en la casa de Dios eran como los tazones del altar, y todo en Jerusalén era consagrado. No hubo más mercaderes en el templo, ni engaño en la tierra, porque el Señor reinaba como único soberano.
Y así se cumplió la palabra del profeta Zacarías: *»Y el Señor será rey sobre toda la tierra. En aquel día el Señor será uno, y uno su nombre»*.
**Fin.**