Here’s a concise and engaging title within 100 characters, without symbols or quotes: **Refugio en la Tormenta: La Fe de Eliab y el Salmo 31** (Total: 58 characters) Alternatively, if you prefer something shorter: **Eliab y el Refugio de Dios en la Tormenta** (Total: 48 characters) Both options capture the core theme of divine refuge and faith during trials. Let me know if you’d like any adjustments!
**El Refugio en la Tormenta: Una Historia Basada en el Salmo 31**
En los días del rey Ezequías, cuando los ejércitos de Asiria amenazaban con arrasar Jerusalén, vivía en la ciudad un hombre llamado Eliab. Era un escriba fiel, conocido por su sabiduría y su profundo amor por las Escrituras. Pero en aquel tiempo de angustia, incluso los corazones más firmes temblaban.
Eliab había servido en el templo desde su juventud, copiando los salmos y enseñando la ley a los niños. Pero ahora, mientras las sombras de la guerra se cernían sobre Judá, sentía que su fe era probada como nunca antes. Las palabras del Salmo 31 resonaban en su mente: *»En ti, oh Señor, he buscado refugio; no sea yo avergonzado jamás; líbrame en tu justicia»*.
Una noche, mientras las antorchas en las murallas brillaban bajo un cielo plomizo, Eliab se arrodilló en su pequeña habitación. El sonido de los soldados preparándose para el asedio llegaba hasta sus oídos, mezclado con los lamentos de las mujeres y los niños que temían lo peor. Con lágrimas en los ojos, clamó:
—¡Señor, escucha mi voz! Como David en la cueva de Adulam, me siento cercado. Mis fuerzas flaquean, y mi alma está consumida de dolor. Pero en tus manos encomiendo mi espíritu, pues tú me has redimido, Dios de verdad.
Mientras oraba, recordó las palabras del salmo: *»En tu mano están mis tiempos»*. No era casualidad que el rey Ezequías hubiera ordenado cavar el túnel de Siloé para asegurar el agua en caso de sitio. Dios estaba obrando, incluso en lo invisible.
Al día siguiente, Eliab salió a las calles, donde el miedo se palpaba en el aire. Vio a una viuda llamada Noemí, que lloraba junto a sus dos hijos pequeños.
—Los asirios dicen que nadie escapará —murmuró ella, abrazando a sus niños—. ¿Dónde está nuestro Dios?
Eliab se acercó y, con voz serena, le dijo:
—Hermana, el salmista escribió: *»Bueno es el Señor, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían»*. No estamos solos.
Ella lo miró con ojos llenos de duda, pero Eliab continuó:
—Aún si caen mil a nuestro lado, el Señor es nuestro escudo. Él guarda a los fieles como tesoros preciosos.
Mientras hablaba, un estruendo sacudió la ciudad. Los asirios habían comenzado su ataque. Las piedras de las catapultas golpeaban los muros, y el clamor de guerra llenaba el aire. Eliab guió a Noemí y a sus hijos hacia una cámara subterránea cerca del templo, donde otros refugiados se agrupaban. Allí, en la penumbra, comenzó a cantar en voz baja:
—*»¡Cuán grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen!»*
Los demás, poco a poco, se unieron a su canto. Las horas pasaron como una eternidad, hasta que, al amanecer, un silencio inesperado cayó sobre Jerusalén.
Un mensajero del rey irrumpió en la cámara, su rostro iluminado con incredulidad:
—¡El ángel del Señor ha herido al ejército asirio! Senaquerib ha huido. ¡Estamos salvos!
Eliab cerró los ojos y suspiró en acción de gracias. Dios había sido fiel. Como el salmo decía: *»Los que confían en el Señor son como el monte Sion, que no se mueve, sino que permanece para siempre»*.
En los días siguientes, mientras Jerusalén celebraba su liberación, Eliab reunió a los sobrevivientes en el atrio del templo. Levantando un rollo de los Salmos, proclamó:
—Hermanos, nunca olvidemos: el Señor escucha el clamor del afligido. Nos probó, pero no nos abandonó. Por eso, como dice el salmista: *»Ámensele, todos los santos. El Señor guarda a los fieles»*.
Y desde ese día, cada vez que la duda o el temor amenazaban con nublar su corazón, Eliab recordaba la noche en que, en medio de la tormenta, había encontrado refugio bajo las alas del Altísimo. Porque Dios, en su misericordia, nunca abandona a los que en Él confían.