¿Adónde se ha ido tu amado, oh la más hermosa de las mujeres? ¿Hacia dónde ha girado tu amado, Para que podamos buscarle contigo?
Mi amado ha descendido a su jardín, A los lechos de especias, Para alimentarse en los jardines y para recoger lirios.
Yo soy de mi amado, y mi amado es mío; El se alimenta entre los lirios,
Eres hermosa, oh mi amor, como Tirsa, Agradable como Jerusalén, Terrible como un ejército con estandartes.
Aparta tus ojos de mí, Porque me han conquistado. Tu cabello es como un rebaño de cabras, Que se tumban a lo largo del lado de Galaad.
Tus dientes son como un rebaño de ovejas, que suben desde el lavado; Todas ellas tienen gemelos, y ninguna se halla sin crías entre ellas.
Tus sienes son como un trozo de granada detrás de tu velo.
Hay sesenta reinas, y ochenta concubinas, y vírgenes sin número.
Mi paloma, mi íntegra, es solo una; ella es la única de su madre; ella es la elección de la que la dio a luz. Las hijas la vieron, y la llamaron bendita; sí, las reinas y las concubinas, y la elogiaron.
¿Quién es esta que despunta como la mañana, bella como la luna, clara como el sol, terrible como un ejército con estandartes?
Descendí al jardín de nueces, para ver las plantas verdes del valle, para ver si la vid había brotado, y los granados estaban en flor.
Antes de darme cuenta, mi alma me situó entre los carros de mi pueblo principesco.
Regresa, regresa, oh Sulamita; regresa, regresa, para que podamos mirarte. ¿Por qué desean contemplar a la Sulamita, como en la danza de Majanaim?