Biblia Sagrada

Samuel y la Lección del Fuego: Un Viaje hacia la Sabiduría y la Redención

Había una vez un joven llamado Samuel, cuyo corazón ardía con un amor fervoroso por su prójimo. Siendo un hombre de gran generosidad, se convirtió en el garante de su vecino, prometiendo ayudar con una deuda pendiente. Pero con el tiempo, esa promesa comenzó a ser una trampa, y él se vio atrapado por las palabras de su boca.

“Haz esto ahora, hijo mío, y libérate”, rogó su ansioso padre, viendo la dura situación en la que su hijo se había metido. “Ve, humíllate y ruega a tu vecino. No permitas que tus ojos descansen ni que tus párpados se cierren en un sueño profundo. Libérate como una gacela de las garras de un cazador o un pájaro de las manos de una ave de rapiña”.

“Fíjate en la hormiga, hijo mío”, continuó el sabio padre, intentando inculcarle buenas lecciones a su hijo. “Considera sus formas y sé sabio. Aunque no tenga jefe, supervisor ni gobernante, cuidadosamente recoge su pan en el verano y acumula su comida durante la cosecha. No te permitas caer en el sueño de la pereza, del letargo, del cierre indiferente de manos en el descanso. De lo contrario, tu pobreza vendrá como un ladrón y la penuria como un hombre armado”.

Samuel cayó en la cuenta que había andado con un hombre sin valor, personificando la iniquidad, que susurraba perversiones y maquinaba el mal en su corazón continuamente. Este hombre siembra rencillas y discordia, pero su inminente calamidad siempre llegará de repente.

El Señor condena a los ojos orgullosos, a la lengua mentirosa, a las manos que derraman sangre inocente. A los corazones que maquinan propósitos malvados, a los pies veloces para correr a hacer maldades, al falso testigo que profiere mentiras y al que siembra discordia entre hermanos.

“Guarda los mandamientos de tu padre, no abandones la ley de tu madre. Átalos siempre alrededor de tu corazón”, fueron las palabras que resonaron en Samuel. “No te dejes seducir por la belleza en tu corazón, ni dejes que ella te capture con sus párpados. Un hombre es reducido a un pedazo de pan por la causa de una prostituta, y la adúltera caza una vida preciosa”.

“¿Puede un hombre llevar fuego en su regazo y no quemar su ropa? ¿O puede alguien caminar sobre brasas ardientes y no quemarse los pies? El que va tras la mujer de su vecino; todos los que la tocan no quedarán impunes”.

La advertencia de su padre fue clara: la adulterio conlleva a la falta de entendimiento y destruye el alma del hombre. El que lo hace obtendrá heridas, deshonra y reproche que no se borrará. En el día de ajuste de cuentas, la furia del hombre no conoce límites; ningún rescate será aceptado por él.

Y así, Samuel aprendió la valiosa lección de mantenerse fiel a los mandamientos, de buscar la sabiduría estricta y de huir de todo lo que pudiera provocar su caída. Su historia sirve como una recordatorio para todos sobre la importancia de discernir sabiamente.

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