Biblia Sagrada

El Juicio Final y la Redención de Israel

**El Juicio de las Naciones y la Restauración de Israel**

En los últimos días, cuando el sol se oscureciera y la luna no diera su resplandor, el Señor Dios habló a través del profeta Joel, anunciando un tiempo de juicio y redención. Las naciones se habían levantado contra Su pueblo, esparciendo a Israel entre los reinos, repartiendo la tierra a su antojo y vendiendo a los hijos de Judá como esclavos por unas pocas monedas. Pero el Señor no permanecería en silencio.

### **El Valle de la Decisión**

El Espíritu del Señor descendió sobre el valle de Josafat, un lugar vasto y sombrío, rodeado de montañas que se alzaban como testigos silenciosos. El cielo, antes azul y sereno, se tornó rojo como la sangre, y un viento recio agitaba los campos como si la tierra misma temblara ante la presencia del Altísimo.

Allí, el Señor reuniría a todas las naciones que habían oprimido a Su pueblo. Los ejércitos de Tiro y Sidón, los mercaderes de Filistea, los guerreros de Edom y Moab, todos serían convocados. No por espada humana, sino por la voz del Todopoderoso, que resonaría como trueno en los confines de la tierra.

«Porque habéis vendido a los hijos de Judá y de Jerusalén a los griegos, alejándolos de su tierra, yo me levantaré para vengar su causa», declaró el Señor. Su voz era como fragor de muchas aguas, y los reyes de la tierra palidecieron.

### **La Cosecha de la Maldad**

Los ejércitos de las naciones avanzaron hacia el valle, blandiendo espadas y lanzas, confiados en su fuerza. Pero el Señor se burló de ellos. «¿Piensan que es con armas de hierro como se enfrentarán al Dios de Jacob?»

Entonces, el Señor extendió Su mano, y de los surcos de la tierra brotó un fuego devorador. Las espadas se convirtieron en arados, y los escudos, en hoz. «Segad, porque la mies está madura», gritó un ángel del Señor. Y he aquí que los que habían sembrado violencia cosecharon el juicio divino.

Los guerreros de las naciones cayeron como espigas bajo la hoz del segador. La sangre corría como río por el valle, y el hedor de la batalla llenó el aire. Pero no era una batalla como las de los hombres; era el día del Señor, el gran día de Su ira.

### **El Refugio de los Justos**

Mientras las naciones perecían, el pueblo de Dios fue guardado. Desde las colinas de Sión, los hijos de Israel contemplaron la justicia del Señor. Sus lágrimas de aflicción se convirtieron en cantos de liberación, porque el Señor había sido su fortaleza.

«En aquel día», proclamó el Señor, «los montes destilarán vino dulce, y las colinas manarán leche. Los arroyos de Judá correrán sin cesar, y Jerusalén será habitada para siempre».

Y así fue. Las tierras devastadas florecieron como el jardín del Edén. Los ancianos se sentaron en las plazas sin temor, y los niños jugaron junto a los leones, porque la maldición había sido quebrada. El Espíritu del Señor se derramó sobre toda carne, y los sueños y visiones de los profetas se cumplieron.

### **La Victoria Eterna**

Entonces, desde el santuario celestial, descendió una voz que decía: «El Señor mora en Sión». Y todas las naciones que quedaron reconocieron que solo Él es Dios.

Ya no hubo más guerra, ni llanto, ni dolor. Porque el Señor había vindicado a Su pueblo, y Su reino se estableció para siempre.

Y así, la palabra del profeta Joel se cumplió: «Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo, porque en el monte de Sión y en Jerusalén habrá liberación».

**Fin.**

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