**El Canto del Pueblo Rebelde**
En los días antiguos, cuando Israel aún era joven y acababa de ser liberado de las cadenas de Egipto, el Señor estableció un pacto con su pueblo. Les mostró maravillas en el desierto, abrió el mar para que cruzaran, y los guio con una columna de nube de día y de fuego de noche. Pero el corazón del pueblo era voluble, y pronto olvidaron las obras poderosas de Dios.
Esta es la historia que los padres debían contar a sus hijos, y los hijos a las generaciones venideras, para que nunca olvidaran la fidelidad de Dios ni repitieran los errores de sus antepasados.
### **El Maná en el Desierto**
El sol apenas comenzaba a calentar las arenas del desierto cuando los israelitas despertaron con hambre. Aunque habían visto cómo el Señor partió las aguas del Mar Rojo y ahogó a los ejércitos de Faraón, sus estómagos rugían de necesidad, y las dudas llenaron sus corazones.
—¡Ojalá hubiéramos muerto en Egipto! —murmuraban—. Allí al menos teníamos ollas llenas de carne y pan en abundancia.
El Señor, en su misericordia, escuchó sus quejas y les respondió:
—Por la tarde comerán carne, y por la mañana se saciarán de pan. Así sabrán que Yo soy el Señor su Dios.
Esa misma noche, una bandada de codornices cubrió el campamento, y al amanecer, el suelo estaba cubierto de un rocío que se transformó en pequeñas escamas blancas.
—¿Qué es esto? —preguntaron algunos, tocando el maná con incredulidad.
—Es el pan que el Señor les ha dado para comer —explicó Moisés—. Recojan solo lo necesario para cada día.
Pero algunos, desconfiando, acumularon más de lo debido, y al día siguiente, el maná guardado se llenó de gusanos y hedía. Solo en el sexto día podían recolectar doble porción, pues el séptimo día era sábado, descanso ante el Señor. Aun así, algunos salieron a buscar maná en el día de reposo, y no encontraron nada.
—¿Hasta cuándo seguirán quebrantando mis mandamientos? —preguntó el Señor con tristeza.
### **El Agua de la Roca**
Más adelante, en Refidim, el pueblo volvió a clamar, esta vez por sed.
—¿Nos has sacado de Egipto para matarnos de sed, a nosotros, a nuestros hijos y a nuestro ganado?
Moisés, temiendo que lo apedrearan, clamó al Señor.
—Pasa delante del pueblo —respondió Dios— y lleva contigo a los ancianos. Golpearás la roca en Horeb, y de ella brotará agua para que beban.
Así lo hizo Moisés, y el agua fluyó en abundancia. Pero aquel lugar fue llamado Masá y Meribá, porque allí el pueblo tentó al Señor, diciendo:
—¿Está realmente el Señor entre nosotros, o no?
### **La Rebelión y el Castigo**
A pesar de todo lo que habían visto, los israelitas persistieron en su incredulidad. Cuando llegaron a las puertas de Canaán y escucharon el informe de los espías, su corazón se derritió de miedo.
—No podemos enfrentarnos a esos gigantes —decían—. ¡Es mejor volver a Egipto!
El Señor se enojó profundamente.
—¿Hasta cuándo este pueblo me despreciará? ¿Hasta cuándo no creerán en mí, a pesar de todas las señales que he hecho entre ellos?
Entonces decretó que aquella generación no entraría en la Tierra Prometida, sino que vagarían por el desierto durante cuarenta años, hasta que todos los rebeldes murieran. Solo sus hijos, a quienes tanto temían por el futuro, heredarían la bendición que ellos despreciaron.
### **La Paciencia de Dios**
Sin embargo, aun en su ira, el Señor no los abandonó. El maná siguió cayendo cada mañana. Sus ropas no se gastaron, y sus pies no se hincharon durante aquellos largos años. Cuando clamaban, Él los escuchaba. Cuando se arrepentían, Él los perdonaba.
Pero una y otra vez, volvían a pecar. Adoraron al becerro de oro en el Sinaí. Deseaban comida impura en lugar del maná. Incluso cuando finalmente entraron en la tierra de Canaán, mezclaron la adoración al verdadero Dios con los ídolos de las naciones paganas.
### **El Elegido de Judá**
A pesar de todo, el Señor no desechó a su pueblo para siempre. Sabía que eran solo carne, un soplo que pasa y no vuelve. Por eso, en su misericordia, eligió a la tribu de Judá y al monte Sión para establecer su santuario. De la línea de David surgiría un pastor fiel, un rey que guiaría a su pueblo con integridad.
Y así, el salmista termina su canto con una promesa: aunque Israel fue rebelde, Dios permanece fiel. Él pastoreará a su pueblo para siempre, si tan solo se humillan y recuerdan sus obras poderosas.
**Fin.**
Esta historia, basada en el Salmo 78, nos recuerda que la incredulidad trae consecuencias, pero la misericordia de Dios es más grande que nuestra infidelidad. Que las generaciones venideras escuchen y aprendan, para no repetir los errores del pasado.