Biblia Sagrada

La Caída de la Gran Babilonia: Juicio y Redención (96 characters)

**La Caída de la Gran Babilonia**

El cielo estaba envuelto en una luz dorada cuando el ángel poderoso descendió. Sus alas, como llamas purificadoras, desplegaban un resplandor que iluminaba la tierra. Con voz que resonaba como el rugido de las aguas, clamó:

—¡Ha caído, ha caído la gran Babilonia! Se ha convertido en morada de demonios, en guarida de todo espíritu inmundo y en refugio de toda ave impura y aborrecible.

Las naciones habían bebido del vino de su fornicación, y los reyes de la tierra se habían enriquecido con su lujo desenfrenado. Los mercaderes, aquellos que navegaban los mares en busca de riquezas, lloraban ahora en la distancia, contemplando el humo de su incendio.

**El Lamento de los Reyes**

En los palacios de mármol y oro, los gobernantes se mesaban las vestiduras. Sus tronos, antes adornados con piedras preciosas, temblaban bajo el peso de la condenación. Uno de ellos, con la corona torcida sobre su frente, gritó:

—¡Ay, ay de la gran ciudad, Babilonia, la ciudad fuerte! Porque en una sola hora vino tu juicio.

Recordaban los banquetes en sus salones, donde el vino fluía como ríos y las melodías de arpas y flautas alegraban sus corazones. Pero ahora, solo resonaba el silencio de la perdición.

**El Duelo de los Mercaderes**

En los puertos, los navíos se balanceaban sobre las olas inquietas. Los mercaderes, hombres de rostros curtidos por el sol y las travesías, se arrojaban polvo sobre la cabeza. Sus cargamentos de seda, púrpura y escarlata; de marfil, maderas preciosas y bronce; de especias aromáticas y perfumes, ya no tenían comprador.

Uno de ellos, con las manos temblorosas, sostenía un collar de perlas que ahora no valían nada.

—¿Quién como esta gran ciudad? —gemía—. En una hora, tanta riqueza ha sido reducida a cenizas.

**La Voz del Cielo**

Entonces, desde el trono de Dios, se oyó una voz como trueno:

—Pueblo mío, salid de en medio de ella, para que no seáis partícipes de sus pecados ni recibáis sus plagas. Porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus injusticias.

Los santos, vestidos de blanco, alzaron los ojos y vieron cómo la gran ciudad, aquella que se creía eterna, era derribada como una piedra de molino arrojada al mar. Nunca más se oiría en ella la voz del esposo y de la esposa, ni el bullicio de los comerciantes. Solo el silencio de la eterna desolación.

**El Juicio Cumplido**

Y así fue. Un ángel tomó una piedra enorme, como una gran rueda de molino, y la arrojó al mar diciendo:

—Con el mismo ímpetu será derribada Babilonia, la gran ciudad, y nunca más será hallada.

El humo de su incendio ascendía por los siglos de los siglos, mientras los redimidos cantaban aleluyas, porque el Señor, el Dios Todopoderoso, había reinado.

Y en aquel día, quedó claro: las riquezas del mundo son vanidad, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

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