Biblia Sagrada

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**La Gloria en la Debilidad: Una Historia Basada en 2 Corintios 11**

El sol caía sobre la ciudad de Corinto, pintando el cielo de tonos dorados y púrpuras mientras Pablo, el apóstol, se sentaba en una pequeña habitación iluminada por la tenue luz de una lámpara de aceite. Con las manos callosas y el rostro marcado por años de fatiga, tomó un trozo de pergamino y comenzó a escribir con tinta oscura. Su corazón ardía con una mezcla de amor y preocupación por los creyentes de Corinto, quienes estaban siendo seducidos por falsos maestros que distorsionaban el evangelio de Cristo.

**»Ojalá me toleraseis un poco de locura…»**

Pablo suspiró profundamente. No era su deseo gloriarse, pero la situación lo exigía. Los falsos apóstoles, vestidos con ropas finas y palabras elocuentes, se presentaban como superiores, como siervos de justicia, pero en realidad eran lobos disfrazados de ovejas. Con mano firme, continuó escribiendo, recordando cada sacrificio, cada dolor que había sufrido por amor a Cristo y a Su iglesia.

**Los Sufrimientos de un Apóstol**

Sus palabras cobraban vida en el pergamino, describiendo sus muchas pruebas:

*»Cinco veces recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno…»*

Podía casi sentir el látigo cortando su espalda, la sangre corriendo por su piel mientras los verdugos, cegados por su celo religioso, cumplían con la ley. Pero él no había maldecido, sino que había bendecido en nombre de Jesús.

*»Tres veces fui golpeado con varas…»*

Recordaba el dolor agudo de los bastones romanos golpeando su cuerpo en Filipos, donde, a pesar de las heridas, había cantado himnos en la prisión junto a Silas, y Dios había sacudido los cimientos de la cárcel con Su poder.

*»Una vez fui apedreado…»*

En Listra, la multitud enfurecida lo había arrastrado fuera de la ciudad, creyéndolo muerto. Pero él se había levantado, fortalecido por la gracia de Dios, y había seguido predicando.

*»Tres veces padecí naufragio…»*

Las tormentas del Mediterráneo habían intentado ahogarlo, pero el Señor lo había guardado. Una noche y un día había flotado en el mar abierto, aferrado a los restos de un barco destruido, confiando en que Dios lo salvaría.

**Peligros y Privaciones**

No solo eso, sino que había enfrentado peligros en ríos infestados de bandidos, en ciudades hostiles, en el desierto bajo un sol abrasador. Había pasado hambre, sed y frío, sin un manto para cubrirse en las noches heladas.

*»Además de todo esto, mi preocupación diaria: la iglesia…»*

Su corazón se angustiaba por cada creyente que tropezaba, por cada congregación que caía en error. Luchaba como un padre que ve a sus hijos alejarse de la verdad.

**La Locura de Gloriarse**

Pablo sabía que gloriarse no era sabio, pero si aquellos falsos maestros podían jactarse de sus supuestas virtudes, él, aunque con dolor, debía recordarles el verdadero costo del discipulado.

*»Si es necesario gloriarse, me gloriaré en lo que muestra mi debilidad…»*

Porque en cada cicatriz, en cada lágrima, en cada noche de incertidumbre, la gracia de Dios se había manifestado. No eran sus fuerzas, sino el poder de Cristo obrando en un vaso de barro.

Al terminar la carta, Pablo se inclinó en oración, pidiendo que los corintios entendieran que el verdadero evangelio no se medía por la elocuencia humana, sino por la cruz de Cristo y la fidelidad en el sufrimiento.

Y así, bajo la luz titilante de la lámpara, las palabras de 2 Corintios 11 quedaron escritas para siempre: un testimonio de que la gloria no está en la fuerza del hombre, sino en la debilidad que permite a Dios ser fuerte.

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