**El Cedro Majestuoso: La Caída del Faraón**

En el año undécimo, en el tercer mes, el primer día del mes, la palabra del Señor vino a mí, Ezequiel, diciendo: *»Hijo de hombre, dile al faraón, rey de Egipto, y a su multitud: ¿A quién te comparaste en tu grandeza?»*

Y así, inspirado por el Espíritu del Señor, comencé a relatar la parábola que Dios me había revelado:

**El Cedro en medio del Edén**

Había una vez un cedro majestuoso, plantado en los montes del Líbano. Sus ramas se extendían hacia el cielo, y su altura sobrepasaba a todos los árboles del campo. Las aguas profundas lo nutrían, y los ríos subterráneos lo hacían crecer, enviando sus corrientes alrededor de sus raíces. Tan grande era su esplendor que ni siquiera los cedros del huerto de Dios podían igualarlo.

Sus ramas se multiplicaban, y sus hojas eran tan densas que bajo su sombra se refugiaban todas las aves del cielo. En sus ramas anidaban águilas y cuervos, y bajo su follaje se cobijaban fieras y ganados. Las naciones que lo veían se maravillaban, pues ningún árbol en el jardín de Dios era tan imponente. Era hermoso en su grandeza, en la extensión de sus ramas, porque sus raíces bebían de aguas abundantes.

**La Arrogancia del Cedro**

Pero el cedro se enalteció en su corazón a causa de su altura. Se jactaba, diciendo: *»Ningún árbol me iguala; mis ramas tocan las nubes, y mi grandeza no tiene límite.»* Olvidó que era las aguas del Altísimo las que lo habían hecho crecer.

Por eso, así dice el Señor Dios: *»Por cuanto se elevó en soberbia, yo lo entregaré en manos del más fuerte de las naciones, que lo tratará según su maldad. Extranjeros, los más crueles de los pueblos, lo derribarán y lo dejarán caer sobre los montes. Sus ramas quedarán esparcidas por los valles, y su tronco yacerá quebrado junto a los arroyos. Todos los pueblos de la tierra abandonarán su sombra y lo dejarán desolado.»*

**El Lamento por el Cedro Caído**

En el día de su caída, los árboles del Edén, los selectos del Líbano, se estremecieron. Las aguas cesaron de fluir, y el mundo quedó en silencio. Las naciones, que antes se maravillaban de él, ahora se horrorizaban al ver su ruina.

Los que habitaban bajo su sombra—aves y bestias—huyeron, y su tronco quedó abandonado en medio de los montes. Sobre sus ramas rotas cayeron los guerreros, y su madera fue repartida entre los pueblos.

**La Lección para el Faraón**

Así dice el Señor: *»Al día siguiente de su caída, haré que el abismo lo cubra de luto. Detendré sus ríos, y las grandes aguas serán contenidas. Por su causa vestiré de tinieblas al Líbano, y todos los árboles del campo se marchitarán. Al estruendo de su caída haré temblar a las naciones, cuando lo haga descender al Seol, al lugar de los que bajan a la fosa.»*

*»Entonces todos los árboles del Edén, los más nobles y bien regados, se consolarán en las profundidades de la tierra. También ellos habrán descendido con él al Seol, con los que murieron a espada, los que fueron su brazo y vivieron bajo su sombra entre las naciones.»*

*»¿A quién, pues, te comparaste en gloria y grandeza? Serás abatido como estos árboles del Edén, y yacerás entre incircuncisos, con los que perecen por la espada. Este es el destino del faraón y de toda su multitud.»*

Y así, el Señor Dios concluyó su juicio contra Egipto, recordando a todos los reinos de la tierra que la soberbia precede a la caída, y que sólo Él es exaltado por siempre.

**Fin.**