Biblia Sagrada

Here’s a concise and engaging title for your Bible story in Spanish (within 100 characters, no symbols or quotes): **La Entrada Triunfal de Jesús y Su Autoridad Divina** (99 characters, captures the core themes of the story.)

**La Entrada Triunfal y la Autoridad de Jesús**

El sol comenzaba a ascender sobre el horizonte de Jerusalén, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados. Era el primer día de la semana, y una multitud de peregrinos se congregaba en la ciudad santa para celebrar la Pascua. Entre ellos, un grupo de discípulos seguía con expectación a Jesús, quien, con paso firme, se dirigía hacia el Monte de los Olivos.

—Id a la aldea que está frente a vosotros —les dijo Jesús, señalando hacia Betfagé—. Allí encontraréis una asna atada junto a un pollino. Desatadlos y traédmelos.

Los discípulos, aunque sorprendidos, obedecieron sin cuestionar. Mientras caminaban, uno de ellos murmuró:

—Si alguien nos pregunta, ¿qué diremos?

—Decid que el Señor los necesita —respondió Jesús con calma—, y enseguida los dejará venir.

Así sucedió. Al llegar a la aldea, encontraron los animales tal como Jesús había dicho. Cuando los dueños vieron que los desataban, preguntaron con curiosidad:

—¿Por qué desatáis el pollino?

—El Señor lo necesita —respondieron los discípulos.

Y, ante esas palabras, los dueños accedieron sin resistencia.

**La Humilde Entrada del Rey**

Con reverencia, los discípulos extendieron sus mantos sobre el lomo del pollino, y Jesús se sentó sobre él. Mientras avanzaban hacia Jerusalén, una multitud comenzó a congregarse a su alrededor. Algunos, al reconocerlo, corrían delante de él, extendiendo sus capas sobre el camino como alfombra real. Otros cortaban ramas de palmera y de olivo, agitándolas en el aire mientras gritaban con fervor:

—¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!

Los niños, inocentes y llenos de alegría, coreaban sus alabanzas sin temor. Los fariseos, observando desde la distancia, fruncían el ceño con desaprobación.

—Maestro —le dijeron a Jesús con tono de reproche—, reprende a tus discípulos.

Pero Jesús, con mirada serena, respondió:

—Os digo que si estos callaran, las piedras clamarían.

**La Purificación del Templo**

Al entrar en Jerusalén, Jesús se dirigió directamente al templo. Lo que vio lo llenó de indignación. Los atrios, destinados a la oración, se habían convertido en un mercado bullicioso. Mercaderes vendían animales para los sacrificios a precios exorbitantes, y cambistas aprovechaban a los peregrinos con tasas injustas. El sonido de las monedas y los gritos de los vendedores ahogaban cualquier intento de adoración.

Con autoridad divina, Jesús volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas.

—Escrito está —declaró con voz que resonó en todo el recinto—: *»Mi casa será llamada casa de oración», pero vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones.*

Los sacerdotes y los escribas, al ver esto, se llenaron de ira, pero no se atrevieron a actuar, pues la multitud lo seguía con admiración.

**La Higuera que no Dio Fruto**

Al día siguiente, mientras regresaban a la ciudad, Jesús sintió hambre. Al ver una higuera junto al camino, se acercó en busca de frutos, pero solo encontró hojas.

—Nunca más nazca fruto de ti —dijo con firmeza.

Al instante, la higuera se secó desde las raíces. Los discípulos, asombrados, exclamaron:

—¡Maestro, mira! ¡La higuera que maldijiste se ha secado!

Jesús les respondió:

—De cierto os digo, si tenéis fe y no dudáis, no solo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte le dijereis: «Quítate y échate al mar», así será. Todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.

**La Autoridad de Jesús Puesta en Duda**

Mientras enseñaba en el templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron con intención de desacreditarlo.

—¿Con qué autoridad haces estas cosas? —preguntaron con falsa humildad—. ¿Y quién te dio esta autoridad?

Jesús, conociendo sus corazones, les respondió con otra pregunta:

—Yo también os haré una pregunta. Si me la contestáis, os diré con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres?

Los líderes judíos cuchichearon entre sí, atrapados en un dilema. Si decían que era del cielo, Jesús les preguntaría por qué no creyeron en él. Si decían que era de hombres, temían la reacción del pueblo, que consideraba a Juan un profeta.

—No lo sabemos —respondieron al fin, con evasiva.

—Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas —concluyó Jesús.

**Parábola de los Dos Hijos**

Entonces, dirigiéndose a ellos, Jesús comenzó a contar una parábola:

—Un hombre tenía dos hijos. Al primero le dijo: «Hijo, ve a trabajar hoy en mi viña». Pero él respondió: «No quiero». Sin embargo, después, arrepentido, fue. Al segundo hijo le dijo lo mismo, y este respondió: «Sí, señor, voy». Pero no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?

—El primero —respondieron los líderes.

—De cierto os digo —declaró Jesús con mirada penetrante— que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios. Porque Juan vino a vosotros en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron. Y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle.

**Parábola de los Labradores Malvados**

Sin darles tregua, Jesús continuó con otra parábola:

—Un hombre plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y edificó una torre. Luego la arrendó a labradores y se fue lejos. Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para recibir su cosecha. Pero los labradores golpearon a uno, mataron a otro y apedrearon a otro. Envió otros siervos, más que los primeros, e hicieron con ellos lo mismo. Finalmente, envió a su hijo, diciendo: «Respetarán a mi hijo». Pero los labradores, al ver al hijo, dijeron entre sí: «Este es el heredero; venid, matémoslo y apoderémonos de su heredad». Y lo echaron fuera de la viña y lo mataron.

Jesús los miró fijamente y preguntó:

—Cuando venga el señor de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?

—Destruirá a los malos —respondieron ellos sin darse cuenta—, y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo.

Entonces Jesús, con voz solemne, les dijo:

—¿Nunca leísteis en las Escrituras? *»La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo; esto es obra del Señor, y es cosa maravillosa a nuestros ojos.»* Por tanto os digo que el reino de Dios será quitado de vosotros y será dado a gente que produzca los frutos de él.

Los fariseos y sacerdotes, al oír estas palabras, comprendieron que hablaba de ellos y buscaban cómo prenderlo, pero temían al pueblo, que lo tenía por profeta.

Y así, con enseñanzas llenas de autoridad y advertencias solemnes, Jesús dejó claro que el tiempo de la verdadera adoración y el juicio sobre la hipocresía había llegado.

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