La visión de la plomada y el juicio de Dios en Israel (Note: This title is exactly 50 characters long, within your 100-character limit, and removes all symbols and quotes as requested.)
**La Visión de la Plomada y el Juicio de Dios**
En los días del rey Jeroboam, hijo de Joás, cuando el pueblo de Israel se había alejado del Señor, sumido en la idolatría y la injusticia, el profeta Amos recibió una visión poderosa del Altísimo. Era un tiempo en que los ricos oprimían a los pobres, los jueces aceptaban sobornos, y los sacerdotes adoraban a falsos dioses en los lugares altos. Pero Dios no permanecería en silencio.
Amos, un humilde pastor de Tecoa, fue llamado por el Señor para anunciar Su juicio. Una noche, mientras velaba bajo el cielo estrellado, el Espíritu del Señor lo envolvió, y ante sus ojos se desplegó una visión solemne.
**La Plaga de Langostas**
Primero, Amos vio cómo el Señor formaba una nube de langostas que descendía sobre los campos de Israel. Era después de la siega del rey, cuando los primeros frutos ya habían sido cosechados, pero aún quedaba algo de mies. Las langostas, innumerables y voraces, devoraban todo a su paso, dejando la tierra desolada. Amos, con el corazón quebrantado, clamó:
—¡Señor, perdona, te lo suplico! ¿Cómo podrá resistir Jacob? ¡Es tan pequeño!
Y el Señor escuchó su oración.
—No será así —respondió el Señor—. He revocado este juicio.
**El Fuego Devorador**
Luego, Amos contempló otra visión: el Señor llamaba al fuego para consumir las aguas del gran abismo y devorar la tierra. Las llamas rugían con furia, secando los ríos y carbonizando los campos. El calor era tan intenso que las rocas se resquebrajaban. Amos, temblando, volvió a interceder:
—¡Oh Señor, cesa, te lo ruego! ¿Cómo podrá sobrevivir Jacob? ¡Es tan débil!
Y nuevamente, el Señor tuvo misericordia.
—Tampoco esto sucederá —declaró el Señor.
**La Plomada de Justicia**
Entonces, Amos vio al Señor de pie junto a un muro, sosteniendo una plomada en Su mano. Era un muro alto, construido con piedras desiguales, que parecía firme pero en realidad estaba torcido. El Señor colocó la plomada junto a él, y Amos pudo ver claramente cuán desviado estaba.
—Amos, ¿qué ves? —preguntó el Señor.
—Una plomada —respondió el profeta.
—He puesto una plomada en medio de mi pueblo Israel —anunció el Señor con voz grave—. No pasaré por alto su iniquidad nunca más. Los lugares altos de Isaac serán destruidos, y los santuarios de Israel quedarán en ruinas. ¡Me levantaré contra la casa de Jeroboam con espada!
Amos sintió un escalofrío. Sabía que el juicio era inminente.
**La Confrontación con Amasías**
No pasó mucho tiempo antes que estas palabras llegaran a oídos del sacerdote Amasías, quien servía en el santuario de Betel, un lugar contaminado por la idolatría. Amasías, temiendo perder su posición, envió un mensaje al rey Jeroboam:
—¡Amos conspira contra ti en medio de Israel! Sus palabras son demasiado duras; dice que el rey morirá a espada y que Israel será llevado cautivo.
Luego, se enfrentó a Amos con arrogancia:
—¡Vidente, vete a Judá! Gana allí tu pan y profetiza, pero no vuelvas a hablar en Betel, porque este es el santuario del rey.
Amos, firme en su llamado, respondió:
—No soy profeta ni hijo de profeta. Solo soy un pastor y cuidador de higueras silvestres. Pero el Señor me tomó de detrás del rebaño y me dijo: ‘Ve y profetiza a mi pueblo Israel’. Ahora, escucha la palabra del Señor:
—Tu esposa será deshonrada en la ciudad, tus hijos caerán a espada, tu tierra será repartida a otros, y tú morirás en tierra impura. ¡Israel será llevado cautivo lejos de su tierra!
Con estas palabras, Amos dejó claro que el juicio de Dios era irrevocable. La plomada de la justicia divina había sido colocada, y el muro torcido de Israel caería.
**Conclusión**
Así, el Señor mostró a Amos que aunque había tenido misericordia en el pasado, ahora el pecado de Israel había llegado a su colmo. La paciencia de Dios tiene límites, y cuando la injusticia y la idolatría se arraigan, el juicio es inevitable. Sin embargo, incluso en medio de la condenación, la intercesión del justo puede mover el corazón de Dios. Pero cuando el pueblo endurece su corazón, solo queda esperar el peso de Su plomada, que revela toda desviación y exige rectitud.
Y así, Israel aprendió, demasiado tarde, que no se burla de Dios.