Biblia Sagrada

El Viaje de Israel: De Egipto a la Tierra Prometida

**El Largo Viaje de Israel: De Egipto a la Tierra Prometida**

El sol abrasador del desierto de Sinaí caía sobre el campamento de Israel como un manto ardiente. Las tiendas de las doce tribus se extendían hasta donde alcanzaba la vista, y el humo de los sacrificios ascendía hacia el cielo, mezclándose con las oraciones del pueblo. Moisés, el siervo de Dios, se encontraba en su tienda, rodeado de rollos de cuero en los que registraba meticulosamente cada etapa del viaje que el Señor les había ordenado recordar.

Habían pasado cuarenta años desde que salieron de Egipto con mano poderosa, desde que cruzaron el Mar Rojo como por tierra seca, desde que vieron a los ejércitos del faraón ahogarse en las aguas. Pero el camino no había sido fácil. Cada nombre, cada lugar que Moisés escribía en su registro, llevaba consigo una historia, una prueba, una lección.

**De Ramsés a Sucot: El Comienzo del Éxodo**

Todo comenzó en Ramsés, la ciudad de los almacenes, donde los israelitas habían gemido bajo el yugo de la esclavitud. La noche de la Pascua, el ángel de la muerte había pasado sobre Egipto, llevándose a todo primogénito, pero respetando las casas marcadas con la sangre del cordero. El faraón, destrozado por el dolor, los había dejado salir. Con prisa, el pueblo había partido hacia Sucot, el primer campamento fuera de los límites de Egipto. Las mujeres llevaban consigo masa sin leudar, y los niños miraban atrás con temor, preguntándose si los carros de guerra los perseguirían.

**El Milagro en el Mar Rojo**

De Sucot, marcharon hacia Etam, al borde del desierto. Pero Dios les ordenó dar un giro inesperado, acampando frente a Pi-hahirot, entre Migdol y el mar. Fue allí donde el faraón, arrepentido de haberlos liberado, envió su ejército para recuperarlos. El pueblo, al ver los carros acercarse, clamó a Moisés con terror. Pero el Señor abrió el mar, separando las aguas con un fuerte viento oriental. Los israelitas cruzaron en seco, mientras las aguas se cerraron sobre los egipcios, ahogando caballos, carros y guerreros.

**Las Aguas Amargas de Mara**

Tres días después de cruzar el mar, llegaron a Mara, donde el agua era amarga e intomable. El pueblo murmuró contra Moisés, pero Dios le mostró un árbol que, al ser arrojado al agua, la endulzó. Fue allí donde el Señor estableció un estatuto: *»Si escuchas mi voz y haces lo recto, no traeré sobre ti las enfermedades de Egipto, porque yo soy tu sanador»*.

**El Maná en el Desierto**

Desde allí, llegaron a Elim, donde doce fuentes de agua y setenta palmeras les dieron descanso. Pero pronto el hambre los alcanzó en el desierto de Sin. Murmuraron contra Moisés y Aarón, añorando las ollas de carne de Egipto. Entonces, el Señor hizo llover pan del cielo: el maná, blanco como semilla de cilantro y dulce como miel. Cada mañana, el pueblo lo recogía, aprendiendo a confiar en la provisión diaria de Dios.

**La Rebelión en Cades**

Uno de los momentos más dolorosos ocurrió en Cades-barnea, en el desierto de Parán. Después de que los espías regresaron con un informe de gigantes en la tierra prometida, el pueblo se negó a entrar. Solo Josué y Caleb confiaron en el Señor, pero la multitud clamó por volver a Egipto. La ira de Dios se encendió, y juró que esa generación no vería la tierra, sino que vagarían cuarenta años hasta perecer en el desierto.

**La Muerte de Aarón**

Años después, en el monte Hor, Aarón, el sumo sacerdote, fue llamado a reunirse con sus antepasados. Moisés lo llevó a la cumbre, junto con su hijo Eleazar. Allí, Aarón entregó sus vestiduras sacerdotales a su hijo, y murió en la presencia del Señor. Todo Israel lo lloró por treinta días.

**La Serpiente de Bronce**

En su camino hacia Moab, el pueblo se impacientó nuevamente, quejándose contra Dios y Moisés. El Señor envió serpientes venenosas que mordieron a muchos, causando muerte. Pero cuando clamaron por misericordia, Dios ordenó a Moisés hacer una serpiente de bronce y levantarla en un asta. Todo el que la mirara, viviría. Era un anticipo de la salvación futura, donde el Hijo del Hombre sería levantado para dar vida eterna.

**La Victoria sobre Sehón y Og**

Finalmente, al acercarse a la tierra prometida, Israel derrotó a Sehón, rey de los amorreos, y a Og, rey de Basán. Sus tierras fueron tomadas como posesión, mostrando que el Señor cumpliría su promesa de darles la victoria.

**Acampando en los Llanos de Moab**

Ahora, el pueblo se encontraba en los llanos de Moab, junto al Jordán, frente a Jericó. Moisés sabía que su tiempo estaba cerca. Habían pasado cuarenta años, y una nueva generación, criada en el desierto, estaba lista para entrar.

Mirando hacia atrás, Moisés recordó cada lugar, cada prueba, cada milagro. El viaje no había sido fácil, pero cada paso había sido guiado por la columna de nube de día y de fuego de noche. El Señor había sido fiel.

Y ahora, al borde de la tierra prometida, solo quedaba una cosa por hacer: cruzar el Jordán y tomar posesión de lo que Dios les había dado. Pero eso, sería tarea de Josué. Moisés, el siervo fiel, pronto ascendería al monte Nebo, donde contemplaría la tierra desde lejos antes de dormir con sus padres.

El viaje de Israel, registrado en Números 33, no era solo un itinerario, sino un testimonio de la fidelidad de Dios. A través del desierto, Él los había sostenido, corregido y preparado. Y aunque muchos no entraron por su incredulidad, la promesa seguía en pie: *»Yo soy el Señor, que os sacó de Egipto para ser vuestro Dios»*.

Y así, con esperanza, Israel se preparó para el último paso hacia la promesa.

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