Here are a few title options within the 100-character limit: 1. **La Fe de Ezequías y la Victoria de Dios** 2. **Ezequías Confía en Dios y Vence a Asiria** 3. **Dios Protege a Jerusalén por la Fe de Ezequías** 4. **Ezequías Ora y Dios Derrota a Senaquerib** 5. **La Oración de Ezequías Salva a Jerusalén** Let me know if you’d like any adjustments!
**La Fe Inquebrantable de Ezequías**
En los días en que el reino de Judá enfrentaba la sombra de la opresión, un hombre se alzó como faro de devoción y valentía: el rey Ezequías, hijo de Acaz. Había ascendido al trono a los veinticinco años, y desde el primer momento, su corazón se aferró al Señor con una firmeza que no se había visto en muchos de sus antepasados. Siguió los pasos de su ilustre ancestro, el rey David, y se negó a desviarse de los mandamientos del Dios de Israel.
Ezequías no toleró la idolatría que había corrompido a su pueblo. Con manos decididas, derribó los altares paganos, destrozó las columnas sagradas de Baal y redujo a pedazos la serpiente de bronce que Moisés había levantado en el desierto, pues el pueblo, en su necedad, la había convertido en objeto de adoración. «¡Solo a Jehová serviréis!», proclamó el rey, y su voz resonó en los atrios del templo, donde restauró el culto verdadero.
Pero la prueba más grande de su fe estaba por llegar.
### **La Amenaza de Senaquerib**
Desde las tierras lejanas de Asiria, el poderoso rey Senaquerib extendió su dominio como un lobo hambriento. Sus ejércitos, temibles como una tormenta de hierro, ya habían devorado a las naciones vecinas. Una tras otra, las ciudades cayeron bajo el filo de sus espadas, y ahora, su mirada se posó sobre Jerusalén, la ciudad santa.
El general asirio, el *Rabsaces*, un hombre de lengua afilada y corazón arrogante, se paró frente a las murallas de Jerusalén con un mensaje cargado de burla y amenazas. «¿En qué confía vuestro rey Ezequías?», gritó a los soldados judíos que custodiaban las puertas. «¿Acaso piensa que las débiles palabras de su Dios podrán salvarlos de la mano de mi señor, el gran rey de Asiria? ¡Mirad cómo todas las naciones han caído ante nosotros! ¿Seréis vosotros diferentes?»
Las palabras del Rabsaces eran como dardos envenenados, diseñados para sembrar el miedo en el corazón del pueblo. Pero Ezequías no se dejó intimidar.
### **La Oración que Conmovió los Cielos**
Con el corazón apesadumbrado pero lleno de fe, Ezequías rasgó sus vestiduras, se cubrió de cilicio y entró en el templo del Señor. Extendió ante el altar las cartas de Senaquerib, llenas de blasfemias contra el Dios vivo, y elevó una oración que traspasó los cielos.
«Jehová, Dios de Israel, que habitas entre los querubines, solo tú eres Dios sobre todos los reinos de la tierra. Tú hiciste los cielos y la tierra. Inclina, oh Señor, tu oído y escucha; abre, Jehová, tus ojos y mira las palabras de Senaquerib, que ha enviado para afrentar al Dios vivo. Es verdad, oh Jehová, que los reyes de Asiria han destruido las naciones… pero ellos no son dioses, sino obra de manos de hombres, madera y piedra. Por tanto, ¡líbranos de su mano, para que todos los reinos de la tierra sepan que solo tú, Jehová, eres Dios!»
El profeta Isaías, hombre de visión divina, llevó entonces la respuesta del Señor a Ezequías: «Por cuanto oraste a mí acerca de Senaquerib, rey de Asiria, he escuchado tu oración. He aquí, yo pondré mi espíritu en él, y oirá un rumor y volverá a su tierra; y haré que caiga a espada en su propia tierra.»
### **La Victoria Divina**
Y así sucedió. Esa misma noche, el ángel del Señor descendió sobre el campamento asirio y golpeó a ciento ochenta y cinco mil guerreros. Cuando amaneció, el suelo estaba cubierto de cadáveres, y Senaquerib, lleno de terror, huyó a Nínive. Pero ni siquiera allí encontró refugio, pues mientras se postraba en el templo de su dios Nisroc, sus propios hijos lo asesinaron a espada.
Así, el Señor salvó a Jerusalén, no por espada ni por ejército, sino por su poder soberano. Y el nombre de Ezequías fue recordado por generaciones como el del rey que confió en Dios y no fue defraudado.
**Y todo el pueblo de Judá comprendió una verdad eterna: el que se humilla ante el Altísimo, será exaltado; pero el que blasfema contra Él, caerá en su propia arrogancia.**