Here’s a concise and engaging title for your Bible story in Spanish (under 100 characters, no symbols or quotes): **El Cántico de la Redención** Alternatively, if you prefer a more poetic touch: **La Tierra Canta al Señor** Both fit your requirements and capture the essence of the story. Let me know if you’d like any adjustments!
**El Cántico de la Tierra Nueva**
En los días antiguos, cuando el Señor había manifestado su salvación a todas las naciones, hubo un tiempo de gran regocijo en la tierra. Las montañas se vestían de alegría, los ríos batían palmas, y los campos se inclinaban ante la majestad del Rey que venía a juzgar la tierra con justicia.
Todo comenzó en una pequeña aldea al pie de los montes de Judá, donde un anciano llamado Eliab, hombre justo y temeroso de Dios, reunió a su familia una noche bajo el fulgor de las estrellas. Con voz temblorosa pero llena de fe, les recordó las palabras del Salmo 98: *»Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas; su diestra y su santo brazo le han dado la victoria.»*
—Hijos míos —dijo Eliab—, el Señor ha revelado su justicia ante los ojos de las naciones. Pronto, toda la tierra verá su salvación.
Mientras hablaba, un viento suave recorrió el valle, como si el mismo aliento de Dios confirmara sus palabras. Su hija menor, una niña de nombre Selah, preguntó con inocencia:
—Abuelo, ¿cómo cantaremos un cántico nuevo si no sabemos qué maravillas ha hecho el Señor?
Eliab sonrió y señaló hacia el horizonte, donde las primeras luces del amanecer comenzaban a despuntar.
—Mira, pequeña. Cada mañana es un cántico nuevo. Cada acto de bondad, cada muestra de su misericordia, es una razón para alabarle.
**La Fiesta de las Naciones**
Poco después, llegaron noticias de que en Jerusalén se preparaba una gran celebración. Gentes de todas las tribus de Israel, e incluso extranjeros de tierras lejanas, se reunirían para adorar al Señor. La razón era clara: las maravillas de Dios se habían manifestado. Los ejércitos enemigos que amenazaban las fronteras habían sido dispersados sin que un solo soldado israelita desenvainara su espada. Los enfermos habían sido sanados, y los corazones endurecidos, quebrantados por la bondad del Altísimo.
Cuando la familia de Eliab llegó a la ciudad santa, quedaron asombrados. Las calles estaban adornadas con ramas de olivo y palmeras. Los levitas, con sus arpas y címbalos, entonaban melodías que parecían surgir del cielo mismo. En el templo, el sumo sacerdote proclamó:
—¡El Señor ha hecho memorable su salvación! ¡Su justicia se ha revelado ante los pueblos!
Y entonces, como si toda la creación respondiera, el sonido de las trompetas se mezcló con el rugido del mar en la distancia, como si las olas también alzaran su voz en alabanza. Las colinas retumbaron con eco de gozo, y los árboles del campo aplaudieron con sus hojas.
**El Juicio Justo**
Pero no solo había alegría, sino también reverencia. Porque el Salmo decía: *»Él juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con equidad.»* Y así fue. En medio de la celebración, los ancianos de las tribus se sentaron a las puertas de la ciudad para administrar justicia. Los opresores fueron reprendidos, los pobres fueron defendidos, y los corazones engañosos fueron expuestos a la luz de la verdad.
Un mercader fenicio, que había llegado a Jerusalén con intenciones fraudulentas, cayó de rodillas al presenciar la pureza de aquel juicio.
—Vuestro Dios —confesó— es verdaderamente recto. No hay sombra de maldad en Él.
Y muchos como él, de Egipto, de Asiria, y aun de lejanas islas, se unieron al pueblo de Israel en aquel cántico nuevo. Porque el Señor no solo era el Dios de Jacob, sino el Rey de toda la tierra.
**El Regreso a Casa**
Cuando la fiesta terminó, Eliab y su familia regresaron a su aldea, pero ya nada era igual. Selah, la niña que una vez había dudado, ahora corría por los campos cantando salmos improvisados. Los pastores que cuidaban sus rebaños por las noches se detenían para escuchar cómo los cielos pareían responder con ecos de glorias pasadas y promesas futuras.
Y así, en cada rincón de la tierra, desde el más humilde hogar hasta el palacio del más grande rey, se recordó esta verdad: el Señor reina. Su venida no sería solo en aquel tiempo, sino que un día, cuando el sol ya no brillara y las estrellas cayesen como hojas secas, Él volvería. Juzgaría con justicia, y los montes derretirían como cera ante su presencia.
Pero hasta entonces, su pueblo tenía un mandato: cantar, siempre cantar, el cántico nuevo de su redención.
Porque grande es el Señor, y digno de toda alabanza.