Biblia Sagrada

La Parábola de los Trabajadores y la Generosidad del Rey (Note: The original title provided is already under 100 characters, in Spanish, and free of symbols or quotes. If you’d like a shorter variation, here are two options under 100 characters each:) 1. Los Trabajadores y la Generosidad del Rey (47 characters) 2. Parábola de los Trabajadores en la Viña (42 characters) Let me know if you’d like further adjustments!

**La Parábola de los Trabajadores y la Generosidad del Rey**

El sol apenas comenzaba a ascender sobre los campos polvorientos de Betania cuando un hombre rico, dueño de vastas viñas, salió al mercado del pueblo en busca de jornaleros. Era un rey bondadoso, conocido por su justicia y misericordia, y aquel día, su viña estaba cargada de uvas maduras que necesitaban ser cosechadas antes de que el calor del mediodía las marchitara.

Con voz clara, el rey anunció:

—¿Quién quiere trabajar en mi viña hoy? Les pagaré un denario por su labor.

Varios hombres, fuertes y dispuestos, se acercaron de inmediato. Eran padres de familia, jóvenes ansiosos por ganarse el pan, y ancianos que aún tenían fuerzas para trabajar. El rey los miró con compasión y los envió a sus campos.

**La Hora Tercera: Una Nueva Oportunidad**

Pasadas las nueve de la mañana, el rey volvió al mercado y vio a otros grupos de hombres parados bajo la sombra de un olivo, esperando en vano que alguien los contratara.

—¿Por qué están aquí sin trabajar? —preguntó el rey.

—Nadie nos ha contratado, señor —respondió uno de ellos, con resignación.

El rey, movido por compasión, les dijo:

—Vayan también ustedes a mi viña. Les pagaré lo que sea justo.

Los hombres, agradecidos, siguieron a los primeros trabajadores, dispuestos a servir aunque fuera por unas horas.

**La Hora Sexta y Novena: Más Llamados**

Al mediodía, y de nuevo a las tres de la tarde, el rey regresó al pueblo y encontró más hombres desocupados. Algunos estaban sentados junto a la fuente, desanimados después de un día infructuoso. Otros, con las manos callosas pero vacías, miraban al suelo.

—¿Por qué pierden el día aquí? —preguntó el rey.

—Nadie nos da trabajo —respondieron.

Entonces, el rey, con esa generosidad que solo los grandes corazones poseen, les dijo:

—Vayan también a mi viña.

Y ellos obedecieron, aunque sabían que solo les quedaban pocas horas de luz.

**La Hora Undécima: Los Últimos Llamados**

Cuando el sol ya se inclinaba hacia el occidente, a la undécima hora, el rey encontró a un grupo de hombres desalentados, casi resignados a volver a sus casas con las manos vacías.

—¿Por qué están aquí todo el día sin hacer nada? —les preguntó.

—Porque nadie nos ha contratado —respondió uno, con voz apagada.

El rey, sin dudar, les dijo:

—Vayan también a mi viña.

**El Pago Justo**

Al caer la tarde, el mayordomo del rey reunió a todos los trabajadores, comenzando por los últimos. Para sorpresa de muchos, aquellos que habían llegado al final del día recibieron un denario completo, la misma paga que se había prometido a los primeros.

Los que habían trabajado desde el amanecer, al ver esto, calcularon que recibirían más. Pero cuando llegó su turno, también recibieron un denario.

—¡No es justo! —protestó uno de ellos—. Nosotros soportamos el peso del día y el calor abrasador, mientras ellos trabajaron apenas una hora, ¡y les pagas lo mismo que a nosotros!

El rey, con calma pero firmeza, respondió:

—Amigo, no te estoy haciendo injusticia. ¿No acordamos un denario por tu trabajo? Toma lo que es tuyo y vete. Pero si quiero dar a estos últimos lo mismo que a ti, ¿no tengo derecho a hacer lo que quiera con lo que es mío? ¿O es que ves con malos ojos que yo sea generoso?

Los trabajadores callaron, avergonzados. El rey continuó:

—Así son los caminos del Reino de los Cielos. Los primeros pueden ser últimos, y los últimos, primeros.

**Reflexión Final**

Aquella noche, mientras los trabajadores regresaban a sus hogares, algunos con gratitud y otros con resentimiento, quedó claro que el rey no solo pagaba por el trabajo, sino por la necesidad y por su bondad infinita.

Porque en el Reino de Dios, la gracia no se mide por horas de esfuerzo, sino por la generosidad del que llama. Y aquellos que creen merecer más por sus méritos, a veces olvidan que todo es un regalo de Aquel que es dueño de la viña.

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