Biblia Sagrada

Here’s a concise and impactful title in Spanish (within 100 characters, without symbols or quotes): **El juicio de Dios a la opulencia de Samaria** (Alternative, slightly shorter: **El juicio contra la opulencia de Israel**) Both capture the core theme of divine judgment amid wealth and indifference while staying within the limit. Let me know if you’d like any adjustments!

**El Juicio contra la Opulencia y la Indiferencia**

En los días del rey Jeroboam II, cuando el reino de Israel había alcanzado gran prosperidad, la ciudad de Samaria brillaba con esplendor. Sus palacios, construidos con piedras labradas y adornados con marfil, se alzaban sobre las colinas como monumentos al poder humano. Los nobles y los ricos se reclinaban en lechos de ébano, cubiertos con las más finas telas, mientras bebían vino en copas talladas y se deleitaban con los manjares más exquisitos. La música de arpas y salterios resonaba en sus salones, y el olor a perfumes caros llenaba el aire.

Pero en medio de tanta abundancia, el corazón del pueblo se había endurecido. Los líderes de Israel, en vez de velar por los necesitados, se entregaban a la complacencia y la arrogancia. Decían en su corazón: *»No hay nación más grande que la nuestra. ¿Acaso no somos nosotros el pueblo escogido? Dios no nos abandonará.»* Sin embargo, sus acciones gritaban en contra del cielo.

Fue entonces que la palabra del Señor vino a Amós, el pastor de Tecoa, diciendo:

**»¡Ay de los que viven con lujo en Sión y confían en el monte de Samaria! ¡Ay de los que se creen importantes, a quienes el pueblo acude como referencia! Ustedes piensan que el día del juicio está lejos, pero acercan el reino de la violencia. Duermen en camas de marfil, se extienden sobre sus divanes, comen los mejores corderos y becerros engordados. Canturrean al son del arpa, inventando instrumentos como David, beben vino por copas y se ungén con los mejores perfumes, pero no se afligen por la ruina de José.»**

Amós, con voz firme, continuó proclamando el juicio divino:

**»Por tanto, ahora irán al destierro a la cabeza de los cautivos, y se acabará la orgía de los disolutos. El Señor ha jurado por sí mismo: ‘Abominaré la soberbia de Jacob, y detestaré sus palacios; entregaré la ciudad y todo lo que hay en ella.’»**

Y así sería. Aunque ahora vivían seguros, pronto el enemigo vendría. Si diez hombres quedaran en una casa, todos morirían. Si un pariente intentara recoger sus huesos para quemarlos, tendría que callar ante el temor de mencionar el nombre del Señor, porque Él habría decretado el castigo.

**»He aquí, el Señor mandará contra una nación grande y fuerte, que trillará a Israel como el trigo bajo los dientes de una trilladora. Sus fortalezas serán destruidas, y sus mansiones quedarán en ruinas.»**

El mensaje de Amós resonó como un trueno en medio de la falsa paz. La opulencia no era señal del favor de Dios, sino una prueba que revelaba la verdadera condición de sus corazones. Su indiferencia hacia los pobres, su idolatría disfrazada de religión, y su confianza en su propia fuerza los habían cegado.

Y así, como advirtió el profeta, el juicio llegó. El imperio asirio avanzó como un torrente incontenible, arrasando Samaria y llevando cautivo a Israel. Los que una vez se recostaron en lechos de marfil fueron encadenados. Los que se burlaron de las advertencias divinas lloraron en tierras extrañas.

Pero incluso en el castigo, la misericordia de Dios brillaba. Porque el propósito no era la destrucción, sino el arrepentimiento. Y en las generaciones futuras, un remanente volvería, recordando las palabras de Amós: **»Buscad al Señor y vivid, no sea que Él irrumpa como fuego sobre la casa de José y la consuma sin que nadie en Betel pueda apagarla.»**

Así termina el relato de aquellos que, teniendo todo, lo perdieron por no tener a Dios en su corazón. Que su historia sirva de advertencia a todos los que, en medio de la abundancia, olvidan la justicia y la misericordia.

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divinación, y la obstinación es como la iniquidad y la idolatría. Porque tú has rechazado la palabra de Jehová, él también te ha rechazado a ti para que no seas rey. Y Saúl dijo a Samuel: He pecado; porque he transgredido el mandamiento de Jehová y tus palabras; porque temía al pueblo y obedecía su voz. Ahora, por favor, perdona mi pecado, y vuelve conmigo, para que adore a Jehová. Y Samuel dijo a Saúl: No volveré contigo; porque has rechazado la palabra de Jehová, y Jehová te ha rechazado para que no seas rey sobre Israel. Y Samuel se volvió para irse; y él echó mano a la orla de su manto, y se rasgó. Y Samuel le dijo: Jehová ha rasgado el reino de Israel de ti hoy, y lo ha dado a un vecino tuyo, que es mejor que tú. Y además, el que es la Gloria de Israel no mentirá ni se arrepentirá, porque no es un hombre para que se arrepienta. Entonces Saúl dijo: He pecado; aun así, honra delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel, y vuelve conmigo, para que adore a Jehová tu Dios. Entonces Samuel volvió tras Saúl; y Saúl adoró a Jehová. Entonces Samuel dijo: Trae aquí a Agag, rey de los amalecitas. Y Agag vino a él alegremente, y Agag dijo: Seguramente la amargura de la muerte ha pasado. Y Samuel dijo: Como tu espada ha hecho que las mujeres se queden sin hijos, así también tu madre será sin hijos entre las mujeres. Y Samuel cortó a Agag en fragmentos delante de Jehová en Gilgal. Entonces Samuel se fue a Ramá; y Saúl subió a su casa en Gabaa de Saúl. Y Samuel no volvió a ver a Saúl hasta el día de su muerte; porque Samuel lloró por Saúl; y Jehová se arrepentía de que hubiera puesto a Saúl por rey sobre Israel. Título: Desobediencia y Consecuencias: El Declive del Rey Saúl