Here’s a concise and engaging title in Spanish (under 100 characters, no symbols or quotes): **Milagros y Fe: Jesús Sana, Perdona y Transforma** (Alternative option, slightly shorter: **Jesús Sana al Paralítico y Llama a Mateo**) Let me know if you’d like any adjustments!
**La Fe que Mueve Montañas: Un Relato de Sanación y Perdón**
El sol comenzaba a ascender sobre Cafarnaúm, tiñendo las calles polvorientas con un tono dorado. Jesús, después de pasar la noche en oración, caminaba entre la multitud que ya se agolpaba a su alrededor. Su presencia irradiaba una paz que contrastaba con el bullicio de la ciudad. Los enfermos se arrastraban hacia Él, los curiosos murmuraban, y los fariseos observaban con recelo desde las sombras de los pórticos.
De pronto, un grupo de hombres se abrió paso entre la gente, cargando con gran esfuerzo una camilla donde yacía un paralítico, su rostro demacrado por años de sufrimiento. Sus ojos, sin embargo, brillaban con una chispa de esperanza al ver a Jesús. Los hombres, sudando por el esfuerzo, no pudieron llegar hasta el Maestro debido a la multitud. Sin desanimarse, subieron al techo de la casa donde Jesús enseñaba y, con determinación, removieron las tejas y bajaron al enfermo justo frente a Él.
Jesús, al ver su fe, no comenzó por sanar su cuerpo, sino que dijo con voz serena pero poderosa: **»Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados»**.
Un murmullo de asombro y controversia recorrió el lugar. Entre la multitud, los escribas y fariseos intercambiaron miradas de indignación. **»¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?»**, pensaban, acusándolo en sus corazones de blasfemia.
Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les preguntó: **»¿Por qué piensan mal en sus corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepan que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados…»**. Entonces, volviéndose al paralítico, ordenó: **»Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa»**.
En ese instante, un poder divino recorrió el cuerpo del hombre. Sus músculos, atrofiados por años, se llenaron de fuerza. Con lágrimas en los ojos, se incorporó, dobló su lecho y caminó frente a todos, alabando a Dios. La multitud, sobrecogida de temor, glorificaba al Señor, diciendo: **»¡Jamás hemos visto cosa igual!»**.
**El Llamado de Mateo**
Al salir de allí, Jesús pasó junto al lugar donde los recaudadores de impuestos cobraban sus tributos. Entre ellos estaba Mateo, un hombre cuya vida estaba marcada por el desprecio de su pueblo por colaborar con Roma. Pero cuando sus ojos se encontraron con los de Jesús, algo en su interior se quebró. **»Sígueme»**, le dijo el Maestro con una mirada que penetraba hasta el alma.
Sin dudarlo, Mateo dejó su mesa de cobros y se levantó. Esa misma noche, preparó un gran banquete en su casa, invitando a otros recaudadores y pecadores para que conocieran a Jesús. Los fariseos, escandalizados, preguntaron a los discípulos: **»¿Por qué come su Maestro con publicanos y pecadores?»**
Jesús, oyéndolos, respondió: **»No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan lo que significa: ‘Misericordia quiero y no sacrificio’. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores»**.
**La Hija de Jairo y la Mujer con Flujo de Sangre**
Mientras Jesús hablaba, llegó un hombre angustiado, uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo. Cayendo a sus pies, le suplicó: **»Mi hija acaba de morir, pero ven, pon tu mano sobre ella y vivirá»**.
Jesús se levantó para seguirlo, pero en el camino, una mujer que sufría de flujo de sangre desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó el borde de su manto. **»Si tan sólo toco su ropa, seré sana»**, pensó.
En el acto, la sangre cesó. Jesús, sintiendo que poder había salido de Él, se volvió y preguntó: **»¿Quién tocó mi manto?»**.
Los discípulos, confundidos, le respondieron: **»Ves que la multitud te aprieta, ¿y preguntas quién te tocó?»**. Pero Él seguía buscando con la mirada.
Entonces, la mujer, temblando, cayó ante Él y confesó lo que había hecho. Jesús, con ternura, le dijo: **»Hija, tu fe te ha salvado. Ve en paz y queda sana de tu aflicción»**.
Mientras aún hablaba, llegaron mensajeros de la casa de Jairo: **»Tu hija ha muerto, ¿para qué molestas más al Maestro?»**.
Pero Jesús, tomando al padre de la mano, le dijo: **»No temas, sólo cree»**.
Al llegar a la casa, el llanto y los lamentos llenaban el aire. Jesús entró y dijo: **»Apartaos, porque la niña no está muerta, sino que duerme»**. La gente se burló de Él, pero Él, tomándola de la mano, dijo: **»Niña, levántate»**.
Y la niña, de doce años, se levantó y comenzó a caminar. Sus padres, fuera de sí de gozo, cayeron a sus pies en adoración.
**Los Ciegos Ven, los Mudos Hablan**
Al salir de allí, dos ciegos lo siguieron, clamando: **»¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David!»**.
Jesús, entrando en una casa, les preguntó: **»¿Creen que puedo hacer esto?»**.
**»Sí, Señor»**, respondieron.
Entonces, tocando sus ojos, dijo: **»Conforme a su fe les sea hecho»**. Y al instante, sus ojos se abrieron.
Más tarde, le trajeron a un mudo endemoniado. Jesús expulsó al demonio, y el hombre habló. Las multitudes decían asombradas: **»¡Nunca se ha visto cosa semejante en Israel!»**.
Pero los fariseos, endurecidos, murmuraban: **»Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios»**.
Jesús, con tristeza, vio su incredulidad. Sin embargo, siguió recorriendo las ciudades, predicando el Evangelio y sanando toda enfermedad, porque **»la mies es mucha, pero los obreros pocos»**.
Y así, entre lágrimas de arrepentimiento, gritos de alegría y murmullos de oposición, el Reino de los Cielos se acercaba a los corazones dispuestos a creer.