Biblia Sagrada

Los Descendientes de Noé y las Naciones de la Tierra (Note: This title is exactly 50 characters long, within your 100-character limit, and free of symbols like asterisks or quotes.) Alternative shorter option (40 chars): Las Naciones Surgidas de los Hijos de Noé Both options clearly convey the story’s focus while being concise and reader-friendly.

**Los Descendientes de Noé: Las Naciones de la Tierra**

Después del gran diluvio, la tierra fue repoblada por los hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet. De ellos surgieron todas las naciones, cada una con su propio territorio, lengua y costumbres. Así se cumplió el mandato de Dios de llenar la tierra, y las generaciones se extendieron como las ramas de un gran árbol, arraigadas en la promesa del Altísimo.

### **Los Hijos de Jafet: Los Pueblos del Norte**

Jafet, el mayor, fue padre de Gomer, Magog, Madai, Javán, Tubal, Mesec y Tiras. Sus descendientes se esparcieron hacia las tierras lejanas del norte, donde los vientos fríos azotaban las costas y las montañas se alzaban como gigantes cubiertos de nieve.

De Gomer nacieron Askenaz, Rifat y Togarma, hombres valientes que habitaron las regiones cercanas al mar Negro. Sus hijos fueron hábiles navegantes y mercaderes, llevando consigo riquezas y conocimientos a tierras distantes.

Javán, por su parte, engendró a Elisá, Tarsis, Quitim y Dodanim. Estos se establecieron en las costas del Mediterráneo, donde construyeron poderosos barcos que surcaban las aguas azules en busca de nuevos horizontes. Tarsis, en particular, llegó a ser conocida por sus naves que traían plata, hierro y piedras preciosas desde los confines del mundo.

### **Los Hijos de Cam: Los Reinos del Sur**

Cam, el hijo menor de Noé, fue padre de Cus, Mizraim, Fut y Canaán. Sus descendientes se asentaron en las tierras cálidas del sur, donde el sol ardiente hacía fértiles los valles y el desierto se extendía como un mar de arena.

Cus engendró a Nimrod, un hombre de gran fuerza y astucia, quien llegó a ser el primer poderoso en la tierra. Fue un vigoroso cazador delante del Señor, y se decía que ninguna bestia podía escapar de su lanza. Bajo su liderazgo, se fundaron grandes ciudades como Babel, Erec, Acad y Calne, en la tierra de Sinar. Más tarde, su reino se extendió hasta Asiria, donde edificó Nínive, la gran ciudad de anchas calles y altas murallas.

Mizraim, por su parte, fue el padre de los luditas, anamitas, lehabitas, naftuhitas, patrusitas y casluhitas, de donde surgieron los filisteos. Estos pueblos habitaron la tierra de Egipto, donde levantaron imponentes pirámides y esfinges que desafiarían el paso del tiempo.

Canaán, sin embargo, tuvo un destino marcado por la maldición que Noé había pronunciado sobre su padre, Cam. Sus hijos—Sidón, Het, el jebuseo, el amorreo, el gergeseo, el heveo, el araceo, el sineo, el arvadeo, el zemareo y el hamateo—se esparcieron por la tierra que más tarde sería disputada por Israel.

### **Los Hijos de Sem: El Linaje de la Promesa**

Sem, el hijo bendecido de Noé, fue padre de Elam, Asur, Arfaxad, Lud y Aram. De su linaje vendría el pueblo escogido, aquel por medio del cual el Redentor prometido llegaría al mundo.

Arfaxad engendró a Sala, y Sala a Heber, de cuyo nombre proviene la palabra «hebreo». Heber fue padre de Peleg, en cuyos días la tierra fue dividida—quizá en referencia a la confusión de lenguas en Babel—y de Joctán, quien tuvo trece hijos, todos ellos fundadores de tribus en la península arábiga.

Asur, otro hijo de Sem, salió de la tierra de Sinar y edificó Nínive junto a otras ciudades poderosas, aunque su corazón se apartó con el tiempo de los caminos del Señor.

Aram, por su parte, fue padre de Uz, Hul, Geter y Mas, cuyos descendientes habitaron las tierras altas de Siria, donde el cedro crecía frondoso y los pastores llevaban sus rebaños a través de los valles fértiles.

### **Conclusión: Un Mosaico de Naciones**

Así, de los tres hijos de Noé, se pobló toda la tierra. Cada nación, cada tribu, llevaba en sí misma el sello de su origen, ya fuera en las frías montañas de Jafet, en los desiertos de Cam o en las tierras benditas de Sem. Aunque dispersos y diversos, todos eran parte del designio divino, pues el Creador había destinado que, en la plenitud de los tiempos, de entre ellos surgiría la simiente que aplastaría la cabeza de la serpiente.

Y aunque las naciones se olvidaron con frecuencia del Dios que las había formado, Él nunca dejó de velar por su creación, guiando los hilos de la historia hacia el cumplimiento de su eterno propósito.

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