Here’s a concise and engaging title in Spanish (under 100 characters): **Las Doce Piedras del Jordán: Memoria del Poder de Dios** (Alternative, shorter option if needed: **El Memorial de las Doce Piedras en Gilgal**) Both options: – Remove symbols/asterisks. – Stay under 100 characters. – Capture the core theme (memorial, God’s power, and the stones). – Fluent and natural in Spanish. Let me know if you’d like any adjustments!
**El Monumento de las Doce Piedras**
El sol comenzaba a elevarse sobre el horizonte, tiñendo el río Jordán de tonos dorados mientras las aguas, aún turbulentas por el milagroso corte que Dios había obrado, fluían con fuerza. El pueblo de Israel, después de cuarenta años de peregrinar por el desierto, se encontraba al fin en la tierra prometida. Habían cruzado el lecho seco del río, llevando consigo no solo sus pertenencias, sino también la esperanza de una nueva vida bajo la fidelidad de Jehová.
Josué, el sucesor de Moisés, se mantenía firme junto a las aguas, observando cómo los sacerdotes que llevaban el Arca del Pacto salían del cauce del río. Sabía que este momento no debía ser olvidado. Dios le había hablado con claridad:
—*Toma doce hombres, uno de cada tribu de Israel, y ordénales que levanten doce piedras del lugar donde los sacerdotes están firmes en medio del Jordán. Llévenlas con ustedes y colóquenlas en el lugar donde habéis de pasar esta noche.*
Josué llamó a los doce hombres escogidos, fuertes y llenos de devoción, y les explicó el propósito divino.
—Estas piedras no son solo rocas—les dijo con voz solemne—. Serán un memorial para siempre. Cuando en el futuro vuestros hijos pregunten: «¿Qué significan estas piedras?», les diréis que las aguas del Jordán fueron divididas ante el Arca del Pacto de Jehová. Así como el Señor secó el Mar Rojo para nuestros padres, hoy ha hecho lo mismo con este río, para que todas las naciones de la tierra conozcan su poder y para que vosotros le temáis todos vuestros días.
Los hombres asintieron y, con reverencia, descendieron al lecho del río. El suelo aún estaba húmedo, marcado por las huellas de miles de israelitas que habían cruzado. Las piedras que escogieron eran grandes, pesadas, pero cada hombre las cargó con determinación, sabiendo que eran más que simples rocas: eran un testimonio.
Mientras tanto, Josué también levantó doce piedras en medio del Jordán, exactamente en el lugar donde los sacerdotes habían permanecido con el Arca. Allí quedarían como señal silenciosa, sumergidas bajo las aguas cuando el río volviera a su cauce, un recordatorio oculto pero eterno del poder de Dios.
Al llegar al campamento en Gilgal, las doce piedras fueron colocadas en un lugar visible. El pueblo las observaba con asombro, recordando el milagro que acababan de presenciar. Los niños, curiosos, se acercaban y señalaban las piedras, haciendo las mismas preguntas que Josué había anticipado.
—Padre, ¿por qué están estas piedras aquí?—preguntó un niño, tirando del manto de su progenitor.
El hombre se arrodilló y, con ternura pero firmeza, respondió:
—Hijo mío, estas piedras nos recuerdan que Jehová nuestro Dios detuvo las aguas del Jordán delante de nosotros, así como lo hizo con el Mar Rojo. Él es poderoso, y quiere que nunca olvidemos su bondad.
El sol se ponía sobre Gilgal, y el pueblo se reunió en adoración. Josué, lleno del Espíritu de Dios, alzó su voz y declaró:
—Que este día sea recordado por todas las generaciones. Así como Dios fue fiel con nuestros padres, lo es con nosotros. Estas piedras serán testigos eternos de que Jehová es fuerte y misericordioso.
Y así, el monumento de las doce piedras permaneció en Gilgal, no solo como un recordatorio físico, sino como un símbolo de la fidelidad de Dios. Cada vez que un israelita pasaba junto a ellas, su corazón se llenaba de gratitud y temor reverente hacia Aquel que los había guiado a la tierra prometida.
Y de generación en generación, la historia se repitió: padres a hijos, abuelos a nietos, todos aprendieron que Jehová, el Dios de Israel, cumple sus promesas.