Biblia Sagrada

Here’s a concise Spanish title under 100 characters: **El Perdón de Efraín: Un Sacrificio de Arrepentimiento en Levítico** (96 characters, no symbols or quotes.) Alternate option (shorter): **Efraín y el Sacrificio del Corazón Arrepentido** (60 characters.) Let me know if you’d like any adjustments!

**El Sacrificio del Arrepentimiento: Una Historia Basada en Levítico 5**

En los días en que el pueblo de Israel acampaba al pie del monte Sinaí, bajo la sombra de la presencia del Señor, había un hombre llamado Efraín, hijo de Simeón, de la tribu de Judá. Efraín era un hombre sencillo, pastor de ovejas, que vivía con su esposa y sus dos hijos en una tienda cerca del tabernáculo. Aunque temía a Dios, había en su corazón un peso que no lo dejaba en paz.

Una tarde, mientras arreaba sus ovejas hacia el redil, una de ellas se separó del rebaño y se acercó a un campo vecino. Sin darse cuenta, la oveja pisó y comió de los frutos que crecían en tierra consagrada, propiedad de los levitas. Cuando Efraín lo supo, su rostro palideció. «He pecado contra el Señor», murmuró, recordando las palabras de Moisés: *»Si alguien peca por no hablar cuando debe testificar, o toca algo impuro, o jura descuidadamente, será culpable»* (Levítico 5:1-4).

Efraín sabía que, aunque su pecado había sido involuntario, la ley exigía reparación. No podía presentarse ante el Señor con culpa en su corazón. Esa misma noche, mientras el sol se ocultaba tras las montañas, se postró frente a su tienda y clamó: «Oh Dios, perdóname, porque he fallado».

Al día siguiente, antes de que los primeros rayos del alba iluminaran el campamento, Efraín se dirigió al corral y escogió una oveja sin defecto, macho, como lo establecía la ley. La llevó con manos temblorosas hacia el tabernáculo, donde los sacerdotes oficiaban los sacrificios. El humo de los holocaustos ya ascendía hacia el cielo, mezclándose con las oraciones del pueblo.

Al llegar, se encontró con el sacerdote Eleazar, hijo de Aarón, quien al verlo acercarse con el animal, comprendió que venía con un corazón contrito. «¿Qué te trae aquí, hermano?», preguntó Eleazar con voz serena.

«Padre, he pecado sin querer», confesó Efraín con la cabeza baja. «Mi oveja profanó lo consagrado, y ahora vengo a ofrecer reparación ante el Señor».

Eleazar asintió con solemnidad. «El Señor, misericordioso y justo, acepta el sacrificio de los arrepentidos».

Siguiendo el ritual, Efraín puso sus manos sobre la cabeza del animal, transfiriendo simbólicamente su culpa a la víctima inocente. Luego, con un cuchillo afilado, el sacerdote degolló la oveja y roció parte de su sangre alrededor del altar. El resto fue derramado al pie del mismo, mientras el aroma de la carne quemándose ascendía como olor grato al Señor.

«Has sido perdonado», declaró Eleazar. «Ve en paz y no peque más».

Efraín sintió un alivio profundo, como si un gran peso hubiera sido levantado de sus hombros. Al salir del atrio, miró hacia el cielo y susurró: «Gracias, Señor, por tu misericordia».

Esa misma tarde, compartió con su familia lo sucedido, enseñando a sus hijos la importancia de obedecer la ley de Dios y de buscar siempre la purificación. «No basta con no pecar deliberadamente», les explicó. «Incluso nuestras faltas involuntarias requieren arrepentimiento y reparación, porque Dios es santo».

Y así, en medio del desierto, bajo la sombra de la presencia divina, Efraín aprendió que el perdón no era solo para los pecados grandes, sino también para las transgresiones pequeñas y olvidadas. Porque el Señor, en su infinita bondad, había establecido un camino para que su pueblo se acercara a Él con el corazón limpio.

Y el aroma del sacrificio siguió ascendiendo, recordando a todos que la misericordia de Dios es tan eterna como su justicia.

LEAVE A RESPONSE

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *