**El Sueño Olvidado del Rey Nabucodonosor**
El gran rey Nabucodonosor de Babilonia se encontraba inquieto en su lecho real. Las noches recientes habían sido tormentosas, plagadas de un sueño que se repetía, pero que al despertar se desvanecía como niebla bajo el sol de la mañana. Su espíritu estaba agitado, y ni los lujos de su palacio ni las palabras reconfortantes de sus siervos lograban calmarlo.
Una madrugada, el monarca se sentó bruscamente en su cama, cubierto de sudor frío. Los ojos le ardían de fatiga, pero en su mente solo quedaba el eco de una visión poderosa que no podía recordar. Sabía, con certeza sobrenatural, que aquel sueño encerraba un mensaje divino, un secreto que los dioses—o quizá el único Dios verdadero—querían revelarle.
Con el corazón palpitante, Nabucodonosor convocó de inmediato a sus sabios, adivinos, magos y astrólogos. Estos hombres, los más eruditos de Babilonia, se presentaron ante el trono con rostros expectantes, pero pronto su confianza se tornó en temor cuando el rey les habló con voz temblorosa:
—He tenido un sueño que me perturba, y necesito saber su significado.
Los sabios intercambiaron miradas antes de responder con cortesía:
—¡Oh rey, vive para siempre! Cuéntanos tu sueño, y nosotros te daremos su interpretación.
Pero el rey, frustrado por su propia incapacidad de recordar, rugió:
—¡Mi espíritu está agitado porque he olvidado el sueño! Ustedes deben decirme tanto el sueño como su interpretación. Si no lo hacen, serán descuartizados, y sus casas reducidas a cenizas. Pero si me lo revelan, recibirán grandes recompensas.
Los sabios palidecieron. Era imposible cumplir semejante demanda.
—Ningún rey, por grande y poderoso que sea, ha pedido algo así a sus consejeros—protestó uno de ellos—. Lo que pides es imposible, pues solo los dioses pueden revelar sueños olvidados.
La ira del rey estalló como un torrente.
—¡Entonces mienten al decir que pueden interpretar los misterios! ¡Guardaespaldas, ejecuten a todos los sabios de Babilonia!
La orden se extendió como fuego, y los soldados se dispusieron a cumplirla. Entre los condenados estaba Daniel, un joven hebreo exiliado de Judá, conocido por su sabiduría y su fidelidad al Dios de Israel. Al enterarse del decreto, Daniel se presentó con valentía ante el rey y le pidió tiempo.
—Dame un plazo, oh rey, y yo te revelaré el sueño y su interpretación.
Nabucodonosor, intrigado por la serenidad del joven, accedió.
**La Oración de Daniel**
Daniel regresó a su casa y reunió a sus tres amigos: Ananías, Misael y Azarías—también conocidos como Sadrac, Mesac y Abed-nego. Juntos se postraron en oración, clamando al Dios del cielo que les revelara el misterio para salvar no solo sus vidas, sino las de todos los sabios.
Y esa noche, en una visión, el Señor mostró a Daniel el sueño del rey.
Al día siguiente, con rostro resplandeciente de certeza, Daniel se presentó ante Nabucodonosor.
—¡Oh rey, el Dios del cielo te ha mostrado lo que sucederá en los últimos días!
**El Sueño Revelado**
—Tú, oh rey, viste una gran estatua, enorme y brillante. Su cabeza era de oro puro; su pecho y brazos, de plata; su vientre y muslos, de bronce; sus piernas, de hierro; y sus pies, una mezcla de hierro y barro.
Mientras contemplabas la estatua, una piedra, cortada no por mano humana, se desprendió y golpeó los pies de la estatua, haciéndola pedazos. El viento se llevó los escombros como paja, pero la piedra se convirtió en una montaña que llenó toda la tierra.
**La Interpretación**
—Tú, oh rey, eres la cabeza de oro, el rey más poderoso. Después de ti surgirá otro reino inferior al tuyo (la plata), luego un tercer reino de bronce que gobernará sobre toda la tierra. El cuarto reino será fuerte como el hierro, pero en sus pies, mezclado con barro, habrá división y debilidad.
Pero en los días de esos reinos, el Dios del cielo establecerá un reino eterno que jamás será destruido (la piedra). Este reino aplastará a todos los demás y perdurará para siempre.
**La Reacción del Rey**
Nabucodonosor cayó rostro en tierra ante Daniel.
—¡Verdaderamente tu Dios es el Dios de dioses y el Señor de los reyes!—exclamó.
Luego, honró a Daniel con riquezas y lo nombró gobernador de Babilonia, mientras sus tres amigos fueron puestos en altos cargos.
Y así, el sueño olvidado se convirtió en una profecía eterna, mostrando que los reinos humanos pasarán, pero el reino de Dios permanecerá para siempre.