Biblia Sagrada

La Caída del Rey de Tiro por su Orgullo (Note: 48 characters, within the 100-character limit, no symbols or quotes removed.)

**El Orgullo del Rey de Tiro y su Caída**

En los días en que el profeta Ezequiel recibía las palabras del Señor para anunciarlas a las naciones, una grave advertencia fue dirigida al rey de Tiro. Esta ciudad, próspera y poderosa, se enorgullecía de su riqueza y sabiduría, pero su corazón se había llenado de arrogancia, olvidando que todo lo que poseía venía de la mano de Dios.

El Señor le habló a Ezequiel diciendo: *»Hijo de hombre, dígate al príncipe de Tiro: Así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto se enalteció tu corazón y dijiste: ‘Yo soy un dios, en el trono de Dios estoy sentado en medio de los mares’, siendo que tú no eres más que un hombre y no un dios, aunque has igualado tu corazón al corazón de Dios…»* (Ezequiel 28:2).

El rey de Tiro, adornado con piedras preciosas y vestido con las más finas telas, habitaba en esplendor. Su comercio se extendía por todas las naciones, y los mercaderes de lejanas tierras traían oro, plata, marfil y especias para enriquecer su reino. Los sabios de Fenicia lo alababan, y él mismo comenzó a creerse invencible, como si su poder no tuviera límites.

Pero el Señor, que examina los corazones, vio la soberbia que lo consumía. A través de Ezequiel, Dios recordó al rey sus orígenes: *»Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría y acabado en hermosura. En Edén, en el huerto de Dios, estuviste…»* (Ezequiel 28:12-13). Estas palabras no solo describían al rey de Tiro, sino que también evocaban una figura mayor, una que había caído antes que él: el querubín protector que una vez caminó entre las piedras de fuego.

Dios le reveló que, así como aquel ser celestial había sido expulsado por su pecado, él también sería humillado. *»Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra, delante de los reyes te pondré para que miren en ti»* (Ezequiel 28:17).

Y así sucedió. Los ejércitos extranjeros, instrumentos del juicio divino, llegaron contra Tiro. Sus murallas, que parecían indestructibles, fueron derribadas. Sus riquezas, saqueadas. El rey, que se creía un dios, fue arrojado al polvo, y su nombre quedó como ejemplo de la locura de la soberbia.

Al final, las naciones comprendieron que solo el Señor es Dios, y que ningún gobernante, por poderoso que sea, puede resistirse a Su voluntad. La historia del rey de Tiro quedó como un recordatorio eterno: *»Ninguna sabiduría, inteligencia ni consejo hay contra Jehová»* (Proverbios 21:30).

Y así, la palabra de Dios, pronunciada por Ezequiel, se cumplió, demostrando que Él humilla a los soberbios pero exalta a los humildes.

LEAVE A RESPONSE

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *