Biblia Sagrada

Here’s a concise and engaging title within the character limit: **El ídolo mudo y el poder del Dios verdadero** (99 characters, no symbols or quotes) Alternative (shorter): **El ídolo que no salva** (20 characters) Let me know if you’d like any adjustments!

**El Idolo que no Puede Hablar**

En los días del profeta Jeremías, cuando Judá se encontraba al borde del juicio divino por su rebelión, el Señor le dio un mensaje claro para su pueblo. Era una época en la que los hombres habían olvidado al Dios verdadero y, en su lugar, se inclinaban ante ídolos mudos, hechos por sus propias manos.

Jeremías, con el corazón apesadumbrado, se paró en las calles de Jerusalén y alzó su voz:

—¡Escuchen, oh casa de Jacob! Así dice el Señor: *No aprendan el camino de las naciones ni tiemblen ante las señales del cielo, aunque las naciones les teman.*

El profeta señaló hacia un grupo de mercaderes fenicios que vendían imágenes talladas de Baal y Astarté, cubiertas de plata y oro. Los artesanos las adornaban con martillos y clavos para que no se movieran, como si el brillo de los metales pudiera darles vida.

—Estos ídolos —continuó Jeremías— son como espantapájaros en un campo de melones. No hablan, no caminan, ¡y tienen que ser cargados porque no pueden moverse! No les teman, pues no pueden hacerles bien ni mal.

Algunos de los ancianos, vestidos con ricas túnicas bordadas, se burlaron:

—¿Y qué hay de malo en honrar a estos dioses? Todos los reinos a nuestro alrededor lo hacen. Asiria, Egipto, Babilonia… ¿Acaso no es prudente buscar su favor?

Jeremías, con fuego en la mirada, respondió:

—¡El Señor no se compara con un trozo de madera recubierto de metal! Él es el Rey eterno, el que sacudirá los cielos con su voz, el que hace temblar la tierra con su poder. Cuando Él se enoja, las naciones no pueden sostenerse.

Mientras hablaba, una tormenta comenzó a formarse en el horizonte. Los truenos retumbaron como la voz misma de Dios, y los mercaderes corrieron a cubrir sus mercancías, temiendo que la lluvia arruinara sus falsos dioses.

—Miren —dijo Jeremías—, sus dioses ni siquiera pueden protegerse de un aguacero. ¿Cómo los protegerán a ustedes?

Pero el pueblo no quiso escuchar. Continuaron inclinándose ante sus imágenes, quemando incienso y ofreciendo sacrificios a dioses que no tenían aliento en sus bocas.

Entonces Jeremías, con lágrimas en los ojos, declaró el juicio venidero:

—Por esto, Jerusalén será entregada en manos de un pueblo del norte. Babilonia vendrá, y estos ídolos que tanto aman serán arrancados de sus altares y arrojados al fuego.

Y así sucedió. Poco después, los ejércitos de Nabucodonosor rodearon la ciudad, y aquellos dioses mudos cayeron ante el hacha de los invasores, incapaces de salvar a quienes los adoraban.

Pero en medio de la condenación, Jeremías recordó las palabras de esperanza del Señor:

—*Pero tú, oh Señor, eres verdaderamente Dios. Tú vives para siempre, y tu reino no tendrá fin.*

Y aunque el juicio llegó, la misericordia de Dios permaneció, prometiendo un día de restauración para aquellos que se volvieran al Único que sí puede salvar.

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