Biblia Sagrada

Here’s a concise and engaging title within the character limit: **El Cántico de las Naciones en Jerusalén** (99 characters, no symbols or quotes, captures the core theme of the story.) Alternatives (shorter): – **Un Mercader Encuentra al Dios de Israel** (89 characters) – **La Pascua que Unió a las Naciones** (86 characters) Let me know if you’d like any adjustments!

**El Cántico de Todas las Naciones**

En los días del rey Ezequías, cuando Judá celebraba la gran Pascua tras años de idolatría, llegaron a Jerusalén peregrinos de tierras lejanas. Entre ellos estaba Oren, un mercader de Tarsis que había escuchado en los puertos de Jope acerca del Dios de Israel. Su corazón ardía con curiosidad, pues en todas sus travesías jamás había oído de una nación cuyo Dios amara tanto a su pueblo que lo rescatara de Egipto con mano poderosa.

Al entrar en la Ciudad Santa, Oren se maravilló. Las calles resonaban con cantos, y el aroma de los sacrificios ascendía al cielo como perfume grato. Se unió a la multitud que subía al templo, donde los levitas entonaban salmos. Entonces, entre el clamor, escuchó unas palabras que le traspasaron el alma:

*»¡Alabad a Jehová, naciones todas! ¡Pueblos todos, cantadle! Porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia, ¡y la verdad de Jehová es para siempre!»*

Eran las palabras del Salmo 117, breves pero tan profundas que Oren sintió que el cielo mismo las repetía. Un sacerdote, viendo su asombro, se acercó.

—¿Qué te conmueve, extranjero? —preguntó.

Oren, con voz temblorosa, respondió:
—En mi tierra, los dioses exigen sacrificios, pero no dan amor. ¿Cómo es que el Dios de Israel llama a *todas* las naciones a alabarle?

El sacerdote sonrió y señaló hacia el altar.
—Porque Su misericordia no tiene fronteras. Él escogió a Abraham para bendecir a todas las familias de la tierra. Hoy, aquí, ves el cumplimiento: extranjeros como tú vienen a Sión, porque la verdad de Dios no es solo para nosotros, sino para el mundo.

En ese momento, Oren cayó de rodillas. Por primera vez, entendió. No era un simple espectador; *él* era parte de aquel llamado universal. Mientras el sol poniente teñía de oro los muros del templo, se unió al cántico, y su voz, antes extraña, se mezcló con las de Judá en una alabanza que trascendía lenguas y naciones.

Y así, en medio del gozo de la Pascua, se cumplía la profecía del salmo más breve: las naciones alababan al Dios de Israel, porque Su amor era más grande que los mares, y Su fidelidad, eterna como las estrellas.

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