Biblia Sagrada

Here’s a concise and engaging Spanish title for your Bible story (under 100 characters, no symbols or quotes): **El Regreso de la Bendición: El Salmo 85 Cobra Vida** (98 characters, including spaces) Alternatively, for a shorter option: **La Restauración de Judá: El Salmo 85 Cumplido** (92 characters) Both capture the core themes of redemption and Psalm 85’s fulfillment while staying within your limits. Let me know if you’d like any adjustments!

**El Retorno de la Bendición: Una Historia Basada en el Salmo 85**

En los días en que el reino de Judá se encontraba sumido en la desolación, después de años de infidelidad y exilio, el pueblo clamaba por el perdón de Dios. La tierra, antes fértil y llena de vida, yacía seca bajo un cielo plomizo, como si la misma creación guardara luto por la ausencia de la gracia divina. Las ciudades, otrora bulliciosas, estaban semidesiertas, y en los corazones de los pocos que quedaban habitaba un profundo anhelo de reconciliación.

Fue en aquellos días de angustia cuando un profeta, anciano y de mirada penetrante, se levantó en medio de la asamblea del pueblo. Su voz, aunque temblorosa por los años, resonó con la autoridad de quien había caminado largo tiempo con Dios:

—»Escuchen, hijos de Israel, las palabras del Salmista: *’Señor, has mostrado tu favor a la tierra; has restaurado la suerte de Jacob. Has perdonado la iniquidad de tu pueblo; has cubierto todo su pecado. Has reprimido todo tu enojo; has hecho a un lado tu furor.’*»

El silencio se apoderó de la multitud mientras las palabras del Salmo 85 flotaban en el aire como un susurro divino. Muchos recordaron los días de antaño, cuando Dios los había librado de Egipto y guiado con columna de fuego. Pero ahora, ¿acaso no era su pecado más grande que el de sus padres?

Un joven, llamado Ezequías, cuyo corazón ardía por el Señor, se adelantó y preguntó:

—»Profeta, si Dios ha perdonado a nuestros padres, ¿por qué seguimos sufriendo? ¿No prometió Él restaurarnos?»

El anciano posó sus ojos, llenos de sabiduría, sobre el joven y respondió:

—»La misericordia del Señor es cierta, pero la justicia y la paz no se abrazan sin arrepentimiento. Escucha lo que sigue diciendo el Salmo: *’Restáuranos, oh Dios de nuestra salvación, y aplaca tu indignación contra nosotros. ¿Estarás enojado con nosotros para siempre? ¿Prolongarás tu ira por todas las generaciones?’*»

Ezequías cayó de rodillas, y con él, todo el pueblo. El peso de sus pecados los abrumó, y comenzaron a clamar en voz alta, confesando sus rebeliones y pidiendo la intervención de Dios. Las lágrimas regaron el polvo del suelo como lluvia tardía sobre tierra sedienta.

Entonces, algo sucedió.

El viento, que antes soplaba con un silbido frío, se calmó. Una suave brisa, cargada con el aroma de flores silvestres, recorrió las calles. El anciano profeta levantó sus manos al cielo y exclamó:

—»¡Escuchen! El Señor responde: *’Haré oír lo que Dios el Señor habla: paz para su pueblo, para sus fieles, para los que se vuelven a Él de corazón. Ciertamente, su salvación está cerca de los que le temen, para que su gloria habite en nuestra tierra.’*»

Y así fue. Poco a poco, la tierra comenzó a sanar. Los campos dieron fruto, las viñas florecieron, y el pueblo reconstruyó lo que había sido destruido. Pero más que la prosperidad material, lo que llenó sus corazones fue la certeza de que Dios había vuelto su rostro hacia ellos.

El profeta, en sus últimos días, reunió a los líderes del pueblo y les dijo:

—»La misericordia y la verdad se han encontrado; la justicia y la paz se han besado. No olviden que el Señor nos ha dado una nueva oportunidad. Caminen en sus caminos, y su bendición no se apartará de nosotros.»

Y así, el Salmo 85 se cumplió en medio de ellos. No como un simple canto, sino como una promesa hecha realidad: Dios había perdonado, había restaurado, y su gloria, una vez más, habitaba en la tierra de su pueblo.

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