Biblia Sagrada

El Buen Pastor y Sus Ovejas (Note: The original title provided fits within the 100-character limit and is already concise and clear, so no modification is needed. It is free of symbols and quotes as requested.) Alternative (if variation is preferred): Jesús el Buen Pastor (19 characters) El Pastor que Da Su Vida (24 characters)

**El Buen Pastor y Sus Ovejas**

El sol comenzaba a inclinarse sobre las colinas de Judea, pintando el cielo de tonos dorados y púrpuras. Era la época en que los pastores llevaban a sus rebaños a los rediles, lugares cercados donde las ovejas podían descansar protegidas de los lobos y los ladrones. En medio de este paisaje sereno, Jesús se sentó cerca de un pequeño grupo de discípulos y fariseos que lo escuchaban con atención, aunque algunos con escepticismo. Con voz clara y llena de autoridad, comenzó a hablar:

—En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ese es ladrón y salteador. Pero el que entra por la puerta, ese es el pastor de las ovejas.

Las palabras de Jesús resonaron en el aire tranquilo. Los hombres que lo rodeaban entendían bien la ilustración, pues muchos de ellos habían visto cómo los pastores cuidaban sus rebaños. Un verdadero pastor no saltaba el muro del redil; entraba con confianza por la puerta, llamando a cada oveja por su nombre.

Jesús continuó:

—A este el portero le abre, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas las llama por nombre y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Pero al extraño no seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.

Mientras hablaba, los ojos de Jesús brillaban con amor y firmeza. Sabía que algunos de los fariseos presentes eran como aquellos falsos pastores que solo buscaban su propio beneficio, descuidando el rebaño de Dios. Pero Él era diferente. Él era el verdadero Pastor, dispuesto a dar su vida por las ovejas.

Los fariseos, sin embargo, no entendieron la profundidad de sus palabras y se miraron entre sí con confusión. Uno de ellos, con tono desafiante, preguntó:

—¿Qué quieres decir con esto? ¿Acaso hablas en parábolas para confundirnos?

Jesús, con paciencia pero con firmeza, respondió:

—En verdad, en verdad os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que vinieron antes de mí, ladrones son y salteadores; pero las ovejas no los oyeron. Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.

Sus palabras eran claras: solo a través de Él se podía encontrar salvación y verdadero sustento. No había otro camino.

Luego, con una mirada llena de compasión, Jesús añadió:

—El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.

El contraste era evidente. Mientras los líderes religiosos de la época oprimían al pueblo con cargas pesadas, Jesús ofrecía descanso y vida plena. Él no era un mercenario que huía ante el peligro, sino el Buen Pastor que conocía a sus ovejas y era conocido por ellas.

—Yo soy el buen pastor —declaró con solemnidad—. El buen pastor su vida da por las ovejas.

En ese momento, un silencio profundo cayó sobre los presentes. Las palabras de Jesús no eran solo una enseñanza, sino una profecía de lo que estaba por venir. Él daría su vida en la cruz por su rebaño, rescatando a cada oveja perdida.

Pero su amor no se limitaba solo a un pueblo. Con voz que trascendía todas las fronteras, dijo:

—También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.

Era el llamado a las naciones, a todos los que creerían en Él, judíos y gentiles, unidos bajo su cuidado amoroso.

Finalmente, Jesús reveló el poder que respaldaba sus palabras:

—Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.

Los oyentes se dividieron. Algunos murmuraban que estaba endemoniado, mientras que otros, con corazones abiertos, recordaban las Escrituras que hablaban del Mesías, el Pastor prometido que guiaría a su pueblo con justicia.

Y así, bajo el cielo de Judea, Jesús dejó claro quién era: el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, la Puerta que conduce a la salvación, y el Hijo obediente que cumple la voluntad del Padre.

Aquel día, muchos comenzaron a seguirlo, porque reconocieron su voz. Y aunque la sombra de la cruz se acercaba, también brillaba la promesa de la resurrección y la vida eterna para todos los que creyeran en Él.

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