Biblia Sagrada

Jesús Camina sobre las Aguas Relato de Fe y Poder (96 caracteres)

**Jesús Camina sobre las Aguas: Un Relato de Fe y Poder**

El sol comenzaba a esconderse tras las montañas, pintando el cielo de tonos dorados y púrpuras sobre el Mar de Galilea. Las aguas, antes agitadas por el viento, ahora reflejaban los últimos destellos del día mientras los discípulos remaban con esfuerzo en su barca. Habían partido horas atrás, siguiendo las órdenes de Jesús, quien les había dicho que cruzaran al otro lado mientras Él despedía a la multitud.

Pero esa noche no sería como cualquier otra.

**La Tormenta que Probó su Fe**

Desde que zarparon, el viento había comenzado a soplar con fuerza, levantando olas que golpeaban con furia contra la frágil embarcación. Los discípulos, muchos de ellos pescadores experimentados, luchaban contra los elementos, sus músculos ardían por el esfuerzo y sus rostros reflejaban preocupación. A lo lejos, las sombras de las colinas se mezclaban con la oscuridad creciente, y la luna apenas asomaba entre nubes espesas.

Pedro, sudoroso y con los brazos adoloridos, miró hacia el horizonte. «¿Dónde está el Maestro?», murmuró. Sabían que Jesús había subido al monte a orar en soledad, pero ahora, en medio de la tempestad, anhelaban su presencia.

**Una Figura en las Aguas**

En la cuarta vigilia de la noche, cuando la oscuridad era más densa y el cansancio los embargaba, algo sobrenatural ocurrió. Entre la bruma y el rocío del mar, una silueta se acercaba… ¡caminando sobre las aguas!

«¡Es un fantasma!», gritó Tomás, retrocediendo. El miedo se apoderó de ellos, y sus voces se entrecortaban entre el rugido del viento.

Pero entonces, una voz conocida resonó por encima del estruendo:

—¡Tengan ánimo! ¡Soy yo, no teman!

Era Jesús.

**Pedro: Un Paso de Fe**

Pedro, impulsivo como siempre, sintió un ardor en su corazón.

—Señor, si eres tú, ¡mándame que vaya a ti sobre las aguas!

Jesús extendió su mano.

—Ven.

Sin dudarlo, Pedro saltó de la barca. Sus pies tocaron la superficie del mar como si fuera sólida, y por un momento, caminó hacia su Maestro. Pero entonces, el viento rugió con más fuerza, y las olas parecían querer engullirlo. El miedo lo paralizó, y comenzó a hundirse.

—¡Señor, sálvame! —gritó, desesperado.

En un instante, Jesús lo tomó de la mano.

—¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?

Al subir ambos a la barca, el viento cesó de golpe. Las aguas se calmaron, y un silencio reverente llenó el aire. Los discípulos, temblando de asombro, cayeron de rodillas.

—Verdaderamente, ¡tú eres el Hijo de Dios! —exclamaron.

**El Poder de la Fe**

Mientras la barca continuaba su travesía hacia Genesaret, Jesús les habló con calma:

—No teman las tormentas, ni siquiera cuando parezca que estoy lejos. Yo siempre estoy aquí.

Pedro, mirando sus manos, recordó el momento en que había caminado sobre lo imposible… y también cuando había dudado.

Esa noche, no solo presenciaron un milagro, sino que aprendieron una lección eterna: con fe, hasta lo imposible cede ante el poder del Hijo de Dios.

Y así, bajo un cielo ahora despejado y estrellado, siguieron adelante, sabiendo que, en medio de toda tempestad, Él estaba con ellos.

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