**El Profeta Isaías y el Rollo del Juicio**
En los días del rey Acaz de Judá, cuando las naciones vecinas conspiraban contra Jerusalén, el Señor habló nuevamente a su siervo Isaías, diciendo:
—Toma un rollo grande y escribe en él con claridad: *Maher-salal-hasbaz* (que significa «Despojo rápido, botín veloz»).
Isaías obedeció al instante. Con manos temblorosas, desenrolló un pergamino de piel de cabra, lo alisó sobre la mesa de su humilde morada y, con tinta negra y espesa, trazó las palabras que el Señor le había ordenado. Mientras escribía, el peso de la profecía descendía sobre él como una losa. Sabía que estas palabras no solo anunciaban juicio, sino que también serían un testimonio para el pueblo rebelde de Judá.
Al terminar, el profeta llamó a dos testigos fieles: Urías, el sacerdote, y Zacarías, un levita conocido por su integridad. Ellos observaron solemnemente mientras Isaías enrollaba el documento y lo sellaba.
—Estas palabras son del Señor —declaró Isaías con voz grave—. Pronto se cumplirán ante los ojos de todos.
**El Mensaje de Advertencia**
Días después, el Señor habló nuevamente a Isaías, advirtiéndole sobre la inminente invasión asiria.
—Por haber rechazado las aguas tranquilas de Siloé y haberse regocijado en Rezín y el hijo de Remalías (los reyes de Siria e Israel), el Señor hará venir sobre ellos las aguas poderosas y crecidas del río Éufrates: el rey de Asiria con todo su ejército.
Isaías imaginó las hordas asirias avanzando como una inundación furiosa, arrasando ciudades, llevándose cautivos y dejando ruinas a su paso. El corazón le ardía al pensar en la ceguera de su pueblo, que prefería confiar en pactos humanos antes que en el Dios de sus padres.
**La Señal de Emmanuel**
Mientras tanto, la esposa de Isaías, conocida como la profetisa, dio a luz un hijo. El Señor le había dicho al profeta:
—Antes que este niño sepa decir «padre» o «madre», la riqueza de Damasco y el botín de Samaria serán llevados ante el rey de Asiria.
Isaías tomó al pequeño en sus brazos y, con voz solemne, declaró:
—Este niño es una señal viva del juicio que viene.
**La Advertencia Final**
El profeta salió a las calles de Jerusalén, clamando a los líderes del pueblo:
—¡No sigan el camino de este pueblo rebelde que consulta a adivinos y murmura en tinieblas! Si no se aferran a la ley y al testimonio de Dios, no verán la luz, sino que vagarán en angustia y oscuridad.
Algunos se burlaron, otros lo ignoraron, pero unos pocos, con temor en sus corazones, inclinaron sus rostros. Isaías sabía que, aunque la mayoría no escucharía, un remanente fiel permanecería.
**La Promesa en Medio del Juicio**
Aun en medio de la advertencia de destrucción, el Señor no abandonó a los suyos. Isaías recordó las palabras que Dios le había dado antes:
—El pueblo que andaba en tinieblas verá una gran luz.
Y aunque ahora solo se veía sombra de muerte, el profeta sabía que, después de la tempestad, vendría la redención.
Así terminó el rollo de *Maher-salal-hasbaz*, no como un final, sino como un recordatorio eterno: Dios es santo en su juicio, pero fiel en su misericordia.