**El Reino de Bondad: Un Relato Inspirado en el Salmo 145**
En los días antiguos, cuando el sol dorado se alzaba sobre las colinas de Judá y los olivos mecían sus ramas al soplo del viento, el rey David se sentaba en su palacio, rodeado de sus siervos y sabios. Su corazón, lleno de gratitud, anhelaba proclamar las maravillas del Señor. Con una mirada profunda hacia el horizonte, comenzó a entonar un cántico que resonaría por generaciones:
*»Te exaltaré, mi Dios y Rey; bendeciré tu nombre por siempre y para siempre.»*
Los presentes guardaron silencio mientras las palabras del salmo llenaban el aire como incienso fragante. David, con voz clara y reverente, continuó describiendo la grandeza del Altísimo.
**La Bondad que Nunca Cesa**
*»Cada día te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre y para siempre.»*
El rey recordó cómo, desde su juventud como pastor hasta su reinado en Jerusalén, el Señor había sido fiel. En los valles oscuros, cuando las sombras de la muerte lo rodeaban, la mano divina lo guiaba. En las batallas contra gigantes y ejércitos enemigos, el poder de Dios se manifestaba.
Uno de los siervos, un joven músico, preguntó: *»Mi señor, ¿cómo es posible que un hombre tan grande como tú se humille ante el Señor de esta manera?»*
David sonrió con dulzura. *»Porque su grandeza es insondable, y su misericordia, eterna. Una generación contará a la otra tus obras poderosas y anunciará tus hazañas.»*
**El Banquete del Rey Celestial**
*»Los ojos de todos esperan en ti, y a su tiempo les das su alimento.»*
El salmista describió cómo el Señor sostiene a toda criatura: desde el águila que surca los cielos hasta el ciervo que bebe en los arroyos. Hizo memoria de los años de hambruna, cuando la tierra se agrietaba por la sequía, pero Dios envió lluvia a su tiempo y llenó los graneros de los justos.
*»Abres tu mano y sacias el deseo de todo ser viviente,»* declaró David, mientras extendía sus palmas hacia el cielo, como si imitara al Creador derramando bendiciones.
**Justicia y Misericordia en el Trono Eterno**
*»El Señor es justo en todos sus caminos y bondadoso en todas sus obras.»*
El rey narró cómo el Señor no solo alimenta, sino que también levanta a los caídos. Recordó a los humildes, a las viudas y a los huérfanos, a quienes Dios nunca abandona. *»Cercano está el Señor a todos los que lo invocan, a todos los que lo invocan con verdad.»*
Uno de los ancianos del consejo, con lágrimas en los ojos, murmuró: *»Verdaderamente, su reino es un reino para todos los siglos.»*
**El Legado de Alabanza**
Al caer la tarde, las últimas palabras del salmo flotaron en el aire como una promesa: *»Mi boca hablará la alabanza del Señor, y todo mortal bendecirá su santo nombre para siempre y para siempre.»*
Los presentes se postraron en adoración, comprendiendo que no solo estaban escuchando un cántico, sino siendo testigos de una verdad eterna: el Señor gobierna con amor, su fidelidad perdura más allá de los tiempos, y su nombre será exaltado por todas las generaciones.
Y así, bajo el cielo teñido de púrpura y oro, el salmo de David se convirtió en un eco perpetuo, recordando a todos que el reino de Dios está cimentado en bondad, y su alabanza, jamás cesará.