Here’s a concise and engaging title for your Bible story in Spanish (under 100 characters, no symbols or quotes): **El Bautismo de Jesús: Un Amanecer Divino en el Jordán** (99 characters, captures the essence of the story while staying within limits.)
**El Bautismo de Jesús: Un Nuevo Amanecer en el Jordán**
El sol apenas comenzaba a ascender sobre las colinas de Judea, tiñendo el cielo con tonos dorados y púrpuras, cuando una multitud se congregaba junto a las aguas del río Jordán. Entre ellos había hombres y mujeres de todas las condiciones: ricos y pobres, fariseos de rostros severos, soldados romanos curiosos, y campesinos de manos callosas. Todos habían sido atraídos por la voz de un hombre cuyo nombre resonaba como un eco profético en el desierto: *Juan el Bautista*.
Vestido con una túnica áspera de pelo de camello y un cinturón de cuero, Juan era una figura austera, pero su presencia irradiaba una autoridad que no provenía de los palacios ni de los escribas, sino del mismo cielo. Su voz, potente como el rugido del viento en las cañadas, resonaba entre los juncos del río:
—¡Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado!
Las palabras caían como martillazos sobre los corazones. Muchos, sintiendo el peso de sus pecados, se acercaban con lágrimas en los ojos, confesando sus faltas. Uno a uno, descendían a las aguas turbias del Jordán, donde Juan los sumergía en un bautismo de arrepentimiento, símbolo de purificación y renacer.
Entre la multitud, algunos fariseos y saduceos observaban con desdén, murmurando entre sí. Juan, percibiendo su hipocresía, les lanzó una mirada penetrante y exclamó:
—¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no penséis decir dentro de vosotros: «Tenemos a Abraham por padre», porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.
El silencio se apoderó de la ribera. Hasta el murmullo del río pareció aquietarse. Juan, señalando hacia el horizonte, continuó:
—Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.
Mientras las palabras de Juan aún flotaban en el aire, un hombre se acercó entre la gente. No llevaba vestiduras ostentosas, ni llevaba séquito alguno, pero había una majestad en su mirada que hizo que Juan, al verlo, sintiera un temblor en su alma. Era Jesús de Nazaret.
Los ojos del Bautista se llenaron de asombro y humildad.
—¿Tú vienes a mí? —musitó, inclinándose ligeramente—. Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?
Jesús, con una sonrisa serena pero llena de propósito, respondió:
—Permítelo ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia.
Juan, comprendiendo que este momento trascendía su propia misión, asintió. Las aguas del Jordán se cerraron alrededor de Jesús mientras Juan lo sumergía. En el instante en que emergió, los cielos, que hasta entonces habían estado serenos, se abrieron como un velo rasgado. Una luz gloriosa descendió, y el Espíritu Santo, en forma de paloma, se posó sobre Jesús.
Entonces, una voz retumbó desde lo alto, tan clara como el trueno pero tan íntima como un susurro:
—Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.
La multitud quedó sobrecogida. Algunos cayeron de rodillas; otros, incrédulos, se frotaron los ojos. Juan, con lágrimas de gozo, sabía que su misión había alcanzado su clímax: el Cordero de Dios, el Salvador, había sido revelado.
Y así, en las aguas del Jordán, no solo se lavaron los pecados de los hombres, sino que se inauguró el camino hacia la redención. El cielo y la tierra se unieron en ese instante sagrado, y aunque muchos no lo comprendieron aún, el reino de Dios había llegado.