Biblia Sagrada

El Buen Pastor y el Rebaño Restaurado

**El Buen Pastor y las Ovejas Perdidas**

En los días en que el pueblo de Israel se encontraba disperso y afligido, la palabra del Señor vino al profeta Ezequiel, diciendo:

*»Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel. Anúnciales que así ha dicho el Señor: ¡Ay de los pastores que se apacientan a sí mismos! ¿Acaso no deben los pastores cuidar del rebaño?»*

Ezequiel, lleno del Espíritu de Dios, alzó su voz en medio del valle de huesos secos y comenzó a declarar el juicio divino contra aquellos líderes que habían descuidado al pueblo.

**Los Pastores Egoístas**

En las verdes colinas de Judá, los pastores nombrados por Dios para guiar a su pueblo se habían corrompido. En lugar de alimentar a las ovejas, se engordaban con la leche de los corderos y se vestían con la lana de las ovejas más robustas. Las débiles eran abandonadas a los lobos, las enfermas no eran curadas, y las perdidas no eran buscadas. Con dureza las gobernaban, y el rebaño se dispersó por falta de cuidado.

Las ovejas, confundidas y hambrientas, vagaban por montes escarpados y desiertos áridos. Algunas caían en manos de bandidos; otras eran devoradas por las fieras. El Señor miró desde los cielos y su corazón se llenó de indignación.

**El Juicio de Dios contra los Malos Pastores**

*»Por tanto, oh pastores, escuchen la palabra del Señor: Yo estoy contra ustedes. Les quitaré mis ovejas y les quitaré el cargo. No volverán a apacentarse a sí mismos. Rescataré a mi rebaño de sus bocas, para que no les sirvan más de comida.»*

Y así fue. Los pastores infieles cayeron en desgracia. Sus palacios se derrumbaron, sus riquezas se esfumaron como el humo, y el Señor los entregó a su propia avaricia.

**La Promesa del Verdadero Pastor**

Pero Dios, en su misericordia, no abandonó a su pueblo. Alzando su voz como trueno en medio de la tempestad, declaró:

*»He aquí, yo mismo buscaré mis ovejas y las cuidaré. Como un pastor busca su rebaño cuando está disperso, así buscaré yo a las mías. Las rescataré de todos los lugares donde fueron esparcidas en día de nubes y de tinieblas.»*

Y el Señor mismo se puso en camino. Con su cayado de justicia, guió a las ovejas heridas a arroyos de aguas tranquilas. Las sanó, vendó sus heridas y fortaleció a las enfermas. A las que estaban gordas y fuertes, las guardó con cuidado, para que no oprimieran a las débiles.

**El Reino del Buen Pastor**

*»Y levantaré sobre ellas a un solo pastor, mi siervo David, y él las apacentará. Él les dará descanso y será su guía.»*

El pueblo, al oír estas palabras, recordó las promesas antiguas. David, el rey según el corazón de Dios, sería figura de un Pastor aún mayor que vendría: el Mesías, quien gobernaría con justicia eterna.

Dios hizo un pacto de paz con su rebaño. Las bestias feroces fueron expulsadas de la tierra, y las ovejas habitaron seguras en el desierto y dormían confiadas en los bosques. Las bendiciones cayeron como lluvia sobre la tierra estéril, y los campos dieron fruto en abundancia.

**El Rebaño Restaurado**

Las ovejas que una vez estuvieron perdidas ahora seguían la voz del verdadero Pastor. Ya no temían, porque Él estaba con ellas. Su cayado las defendía, y su vara las guiaba por senderos de rectitud.

Y así, el pueblo entendió que el Señor es Dios. Que Él juzga con equidad, castiga al malvado, pero jamás abandona a los suyos. Porque Él es el Pastor que da su vida por las ovejas.

*»Y sabrán que yo, el Señor su Dios, estoy con ustedes, y que ustedes, casa de Israel, son mi pueblo,»* dice el Señor. *»Ustedes son ovejas de mi prado, y yo soy su Dios.»*

Y hubo paz en la tierra, porque el Buen Pastor reinaba.

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