Biblia Sagrada

El Asedio de Jerusalén y la Salvación de Dios (Note: The original title provided fits within the 100-character limit and is clear without symbols or quotes. No changes are needed.) **Final Title:** **El Asedio de Jerusalén y la Salvación de Dios** (Total characters: 50, including spaces)

**El Asedio de Jerusalén y la Salvación de Dios**

En los días en que el reino de Judá se tambaleaba entre la soberbia y la desobediencia, la ciudad de Jerusalén, llamada también Ariel, se encontraba en grave peligro. El Señor había hablado por medio del profeta Isaías, anunciando juicio y misericordia. La altiva ciudad, donde David había establecido su trono, pronto sería rodeada por ejércitos enemigos, como un altar cubierto de sangre—pues ese era el significado de «Ariel».

### **El Juicio contra Ariel**

El Señor declaró:

*»¡Ay de Ariel, de Ariel, ciudad donde acampó David! Añadan año tras año, que sigan las fiestas en su ciclo. Pero yo acosaré a Ariel; habrá llanto y lamentación, y será para mí como un Ariel.»*

Y así sucedió. Las naciones vecinas, instrumentos en las manos de Dios, se alzaron contra Jerusalén. Los asirios, fieros como lobos en la noche, rodearon la ciudad con sus carros de guerra y sus arqueros. Las murallas, antes imponentes, temblaron bajo el peso del asedio. Los habitantes de Jerusalén, que antes festejaban con orgullo, ahora gemían de hambre y terror.

El enemigo cavó trincheras, levantó rampas y estrechó el cerco como una serpiente que aprieta a su presa. Los almacenes de grano se vaciaron, y el agua escaseaba. Los rostros de los niños, antes llenos de risa, se tornaron pálidos por el hambre. Las madres lloraban en silencio, sin fuerzas para consolar a sus pequeños.

### **La Ceguera Espiritual del Pueblo**

Pero más grave que el hambre física era la ceguera espiritual del pueblo. Dios había enviado profetas, pero ellos solo escuchaban con oídos sordos. Sus corazones estaban lejos del Señor, adorándole con los labios pero no con sus acciones.

*»Porque este pueblo se acerca a mí con su boca y me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de mí. Su temor hacia mí no es más que un mandamiento enseñado por hombres.»*

Los sacerdotes ofrecían sacrificios mecánicamente, sin verdadero arrepentimiento. Los sabios se enorgullecían de su conocimiento, pero no entendían los designios de Dios. Era como si un hombre soñara que comía y bebía, pero al despertar seguía con hambre. Así era su religión: apariencia sin sustancia.

### **La Intervención Milagrosa de Dios**

Sin embargo, en medio de la oscuridad, la misericordia de Dios brilló. Cuando todo parecía perdido, el Señor actuó con poder.

*»En un momento, de repente, serás visitado por el Señor de los ejércitos, con truenos, terremotos y gran estruendo, con torbellino, tempestad y llama de fuego consumidor.»*

Y así fue. Una noche, cuando los asirios se preparaban para el asalto final, el ángel del Señor descendió sobre el campamento enemigo. Un terror sobrenatural cayó sobre ellos. Al amanecer, los soldados de Jerusalén vieron con asombro que el ejército invasor yacía muerto, sin que espada alguna los hubiera tocado. Dios había librado a su pueblo, no por su justicia, sino por su fidelidad a la promesa hecha a David.

### **El Futuro de los Humildes**

Después de esto, los sobrevivientes entendieron que la salvación no venía de su fuerza, sino de Dios. Los soberbios fueron humillados, pero los mansos recibieron una nueva promesa:

*»Aquel día los sordos oirán las palabras del libro, y los ojos de los ciegos verán. Los humildes volverán a alegrarse en el Señor, y los pobres entre los hombres se gozarán en el Santo de Israel.»*

Y así, en medio del juicio, Dios recordó a su pueblo que Él no abandona a los que se arrepienten. Ariel, la ciudad de sangre y sacrificio, sería también la ciudad de redención. Porque el Señor no desecha para siempre: castiga, pero luego restaura.

Y en los días venideros, cuando el Mesías llegara, estos misterios se revelarían plenamente. Porque solo en Él, los ojos de los ciegos serían abiertos, y los oídos de los sordos, destapados. Solo en Él, el altar de juicio se convertiría en altar de gracia.

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