Biblia Sagrada

El Nuevo Pacto: Gloria y Libertad en Cristo (99 characters)

**El Ministerio del Nuevo Pacto: Una Historia Basada en 2 Corintios 3**

El sol comenzaba a elevarse sobre la ciudad de Corinto, bañando sus calles con una luz dorada que parecía hablar de la gloria de Dios. Pablo, el apóstol, se encontraba en una humilde habitación, rodeado de rollos de pergamino y tinteros, mientras meditaba en las palabras que el Espíritu Santo ponía en su corazón. Había recibido noticias de la iglesia en Corinto, y aunque algunos cuestionaban su autoridad, él sabía que su ministerio no dependía de la aprobación humana, sino de la unción divina.

Con manos temblorosas pero llenas de convicción, Pablo tomó la pluma y comenzó a escribir:

*»¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O necesitamos, como algunos, cartas de recomendación para vosotros o de recomendación de vosotros?»*

Sus palabras fluían con la autoridad de quien había sido transformado por Cristo. Recordó el día en que el resplandor de la gloria del Señor lo había derribado en el camino a Damasco. Ahora, su vida misma era una carta escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo, no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.

Mientras escribía, su mente viajó al Monte Sinaí, donde Moisés había recibido la ley. El rostro del gran profeta había brillado con tal esplendor que los israelitas no podían mirarlo, y tuvo que cubrirlo con un velo. Pero ese velo, Pablo sabía, no era solo físico; representaba la ceguera espiritual que impedía a Israel ver el fin de lo que había sido abolido: la ley como medio de justificación.

*»Pero hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos,»* escribió Pablo con tristeza. *»Sin embargo, cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará.»*

Sus dedos se detuvieron por un momento mientras una sonrisa iluminó su rostro. Porque ahora, en Cristo, el velo había sido rasgado. El Espíritu Santo moraba en los creyentes, dándoles libertad para contemplar la gloria del Señor con rostros descubiertos.

*»Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad,»* continuó.

Pablo imaginó a los corintios leyendo sus palabras, algunos con lágrimas en los ojos al recordar cómo Cristo los había liberado de la esclavitud del pecado. Ya no estaban bajo el ministerio de muerte grabado en piedra, sino bajo el ministerio del Espíritu, que daba vida.

Con cada palabra, el apóstol exaltaba la superioridad del nuevo pacto. Moisés había sido un siervo fiel, pero Cristo era el Hijo, cuya gloria eclipsaba todo lo anterior.

*»Y así como el resplandor de Moisés era pasajero, ¡cuánto más permanecerá la gloria del ministerio del Espíritu!»*

Al terminar la carta, Pablo la enrolló cuidadosamente y la selló. Sabía que estas palabras no eran suyas, sino del Espíritu que lo guiaba. Y aunque algunos en Corinto aún dudaban, confiaba en que la verdad brillaría en sus corazones, transformándolos de gloria en gloria, a la imagen misma de Cristo.

Así, la carta partió hacia Corinto, llevando consigo el mensaje eterno: en Cristo, el velo se ha quitado, y por el Espíritu, contemplamos la gloria del Señor con libertad y gozo indecible.

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