**La Profecía de Abdías: El Juicio contra Edom**
En los días antiguos, cuando el pueblo de Israel sufría bajo la mano opresora de sus enemigos, el Señor levantó al profeta Abdías para pronunciar un juicio solemne contra la nación de Edom. Los edomitas, descendientes de Esaú, hermano de Jacob, habían albergado un odio profundo e implacable contra los hijos de Israel por generaciones. Su orgullo y crueldad habían llegado al colmo delante de los ojos de Dios, y ahora el día de su castigo estaba cerca.
**La Arrogancia de Edom**
En las escarpadas montañas de Seír, los edomitas habitaban en ciudades fortificadas, creyéndose inexpugnables. Desde las alturas rocosas de Petra, su capital, miraban con desprecio a las naciones vecinas. «¿Quién nos derribará a tierra?», se jactaban, confiados en que sus murallas y sus refugios en las peñas los protegerían de todo mal. Pero el Señor, que examina los corazones y conoce los pensamientos de los hombres, declaró por boca de Abdías:
*»Aunque te remontes como el águila, y pongas tu nido entre las estrellas, de allí te haré descender, dice el Señor.»* (Abdías 1:4)
Ninguna altura, ninguna fortaleza podía protegerlos del juicio del Todopoderoso. Si ladrones o saqueadores vinieran de noche, solo robarían lo necesario; pero el castigo que Dios traería sobre Edom sería completo y devastador.
**La Traición de Edom contra Israel**
Pero el pecado que más indignación provocó en el corazón de Dios fue la traición de Edom contra su hermano Israel. Cuando los ejércitos enemigos invadieron Jerusalén, arrasando sus calles y llevando cautivos a sus hijos, los edomitas no solo se negaron a ayudar, sino que se alegraron de su desgracia. Peor aún, se unieron a los invasores, bloqueando el escape de los fugitivos y entregando a los sobrevivientes a la espada.
Abdías, lleno del Espíritu del Señor, denunció su maldad:
*»En el día que estuviste al otro lado, en el día en que extraños llevaban cautivo su ejército, y extraños entraban por sus puertas y echaban suertes sobre Jerusalén, tú también eras como uno de ellos.»* (Abdías 1:11)
Dios no olvida la crueldad hacia los suyos. Lo que Edom había sembrado, ahora lo cosecharía.
**El Día del Juicio y la Restauración de Israel**
El profeta anunció que llegaría el día en que todas las naciones beberían del cáliz de la ira divina, pero Edom lo haría hasta las heces. Serían borrados de la tierra, como el humo que se disipa, sin dejar rastro de su grandeza pasada. Mientras tanto, en el monte Sión habría liberación, y la casa de Jacob volvería a poseer sus tierras.
Los guerreros de Israel, fortalecidos por el Señor, subirían como fuego consumidor, y la casa de Esaú sería como rastrojo seco, devorado por las llamas. No quedaría ni un resto de los edomitas, porque el Señor había hablado.
**Conclusión: La Justicia y la Misericordia de Dios**
La profecía de Abdías sirve como recordatorio eterno: Dios defiende a su pueblo y juzga a los opresores. El orgullo humano, la violencia y la deslealtad no quedarán impunes. Pero también hay esperanza: el reino será del Señor, y los humildes heredarán sus promesas.
Así se cumplió la palabra del profeta. Edom desapareció de la historia, mientras que Israel, a pesar de sus caídas, fue preservado por la fidelidad de Dios. Porque el Señor es justo juez y refugio eterno para los que en Él confían.