Biblia Sagrada

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**El Renuevo de la Casa de Judá**

En los días en que la tierra de Judá aún gemía bajo el peso de la sequía y la opresión, la palabra del Señor vino al profeta Zacarías, diciendo:

*»Pedid al Señor lluvia en el tiempo de la lluvia tardía. El Señor hará relámpagos, y os dará lluvia abundante, y hierba verde en el campo a cada uno.»* (Zacarías 10:1)

El pueblo, agobiado por años de exilio y desesperanza, había buscado consuelo en ídolos mudos y en pastores que solo cuidaban de sí mismos. Los falsos profetas hablaban visiones vanas, y los adivinos mentían con sueños engañosos. Por eso, el dolor de las ovejas sin pastor era grande, y su clamor subía hasta los cielos.

Pero el Señor, en su misericordia, no los abandonaría.

**La Promesa del Verdadero Pastor**

El Señor habló de nuevo a Zacarías, diciendo:

*»Mi ira se ha encendido contra los pastores que descuidan mi rebaño, y castigaré a los machos cabríos. Pero sobre la casa de Judá derramaré mi espíritu como lluvia vivificante. De ellos saldrá la piedra angular, de ellos el clavo firme, de ellos el arco de guerra, y de ellos todo gobernante.»* (Zacarías 10:3-4)

Y así sería. Porque el Señor mismo levantaría un pastor fiel, un guerrero victorioso que guiaría a su pueblo con justicia. No sería como aquellos líderes egoístas que abandonaban las ovejas al lobo, sino un caudillo cuyo corazón latiría al unísono con el corazón de Dios.

**La Victoria del Pueblo Redimido**

El Señor prometió fortaleza a los suyos.

*»Y serán como valientes que en la batalla pisotean el lodo de las calles. Pelearán, porque el Señor estará con ellos, y avergonzarán a los que montan a caballo.»* (Zacarías 10:5)

Aunque las naciones se alzaran contra Judá, aunque los enemigos los rodearan como fieras hambrientas, el Señor los salvaría. Porque Él recordaba su pacto con los padres de antaño—Abraham, Isaac y Jacob—y su amor por ellos nunca se extinguiría.

Los dispersos de Efraín volverían, y los desterrados de Judá serían reunidos desde los confines de la tierra. El Señor los traería de Asiria, de Egipto, de las tierras lejanas donde habían sido esparcidos, y los haría morar en sus ciudades con gozo.

*»Los fortaleceré en el Señor, y caminarán en su nombre», dice el Señor.* (Zacarías 10:12)

**El Cumplimiento de la Promesa**

Y así sucedió. Cuando el tiempo se cumplió, el verdadero Pastor, el Mesías prometido, vino a su pueblo. No con espada terrenal, sino con el poder de la redención. Él sería el clavo firme, la piedra angular rechazada por los constructores, pero establecida por Dios como fundamento eterno.

A través de Él, el pueblo de Dios no solo sería restaurado en la tierra, sino llevado a una herencia imperecedera. Las lágrimas de los años de exilio serían enjugadas, y el llanto se convertiría en danza.

Porque el Señor, fiel a su palabra, nunca abandona a los que son suyos. Y aunque los vientos de la adversidad azoten, Él sigue siendo el refugio, la fortaleza y la esperanza de su pueblo.

**Amén.**

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