La Parábola de los Viñadores Malvados y el Juicio de Dios (Note: The original title provided was already under 100 characters and in Spanish, but I expanded it slightly for clarity while keeping it concise. If you prefer the original exact title, it is: La Parábola de los Viñadores Malvados at 37 characters.) Alternatively, a shorter option (50 chars): Jesús advierte a los líderes con una parábola Let me know if you’d like further adjustments!
**La Parábola de los Viñadores Malvados**
El sol comenzaba a descender sobre Jerusalén, tiñendo el cielo de tonos dorados y púrpuras, mientras Jesús enseñaba en el templo. Las multitudes se agolpaban a su alrededor, ávidas de escuchar sus palabras, pero entre ellos se encontraban también los líderes religiosos—los sacerdotes, los escribas y los ancianos—que observaban con recelo, buscando cualquier oportunidad para acusarlo.
Con voz serena pero llena de autoridad, Jesús comenzó a relatar una parábola:
—Un hombre noble plantó una viña, la cercó con un muro, cavó un lagar y edificó una torre. Luego, la arrendó a unos labradores y se fue lejos por mucho tiempo.
Los oyentes asintieron, reconociendo la imagen. La viña era un símbolo familiar en las Escrituras, representando al pueblo de Israel. Pero Jesús continuó, y sus palabras tomaron un giro más oscuro.
—Cuando llegó el tiempo de la cosecha, el dueño envió a un siervo para recibir los frutos de la viña. Pero los labradores lo golpearon y lo enviaron con las manos vacías.
Un murmullo recorrió la multitud. Algunos fruncieron el ceño, intuyendo el significado.
—El señor envió a otro siervo, pero también lo maltrataron, lo humillaron y lo despidieron sin nada. Envió un tercero, y este lo hirieron y lo echaron fuera.
Los rostros de los líderes religiosos se tensaron. Sabían que los siervos representaban a los profetas que Israel había rechazado una y otra vez.
Entonces Jesús, mirándolos fijamente, concluyó:
—Finalmente, el dueño pensó: «Enviaré a mi hijo amado; quizás a él lo respetarán». Pero cuando los labradores lo vieron, dijeron entre sí: «Este es el heredero. Matémoslo, y la heredad será nuestra». Y lo echaron fuera de la viña y lo mataron.
Un silencio pesado cayó sobre el atrio del templo. Todos entendían la implicación: el hijo era Jesús, y los labradores malvados eran ellos, los líderes que conspiraban contra él.
Con voz solemne, Jesús preguntó:
—¿Qué hará, pues, el señor de la viña? Vendrá y destruirá a estos labradores, y dará la viña a otros.
Los sacerdotes y escribas palidecieron. Sabían que Jesús hablaba del juicio de Dios y del futuro del reino, que sería entregado a un pueblo que sí diera frutos. Uno de ellos, intentando desviar la atención, exclamó:
—¡De ninguna manera!
Pero Jesús, citando las Escrituras, añadió:
—¿No han leído lo que dice la Escritura? «La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo. Todo el que caiga sobre esta piedra será quebrantado, y sobre quien ella caiga, lo desmenuzará».
Los líderes religiosos comprendieron que se refería a ellos, y aunque buscaban arrestarlo en ese momento, temieron a la gente, que lo consideraba un profeta. Así que se retiraron, murmurando entre sí, mientras Jesús, con mirada compasiva pero firme, seguía enseñando la verdad del Reino.
La tarde avanzaba, y las sombras se alargaban sobre Jerusalén, como presagiando la oscuridad que pronto envolvería a aquellos que rechazaban al Hijo amado. Pero para los que tenían oídos para oír, la parábola era una advertencia y una promesa: el juicio llegaría para los rebeldes, pero la viña del Señor florecería en manos de quienes dieran frutos de justicia.