Here’s a concise and engaging Spanish title within 100 characters: **El Verdadero Ayuno que Dios Ama** (Alternative options if you prefer slight variations: – **El Ayuno que Dios Quiere de Ti** – **El Ayuno que Transforma el Corazón**) Let me know if you’d like any adjustments!
**El Ayuno que Agrada a Dios**
En los días del rey Ezequías, cuando Judá se esforzaba por seguir los caminos del Señor, hubo un tiempo en que el pueblo se congregaba en Jerusalén con gran fervor. Los sacerdotes vestían sus túnicas de lino, el incienso ascendía hacia el cielo, y las oraciones se elevaban con solemnidad. Pero en medio de tanta devoción, el Señor vio algo que lo entristeció profundamente.
Un día, mientras el profeta Isaías meditaba en el templo, escuchó la voz de Dios que resonaba como un trueno en lo profundo de su corazón:
*»Claman a mí, pero su corazón está lejos. Ayunan, pero no ven respuesta. Se humillan, pero solo para ser vistos. ¿Creen que esto me agrada?»*
Isaías sintió un peso abrumador. Sabía que el pueblo cumplía con los ritos, pero sus acciones no reflejaban el amor de Dios. Así que, guiado por el Espíritu, salió a las calles de Jerusalén y reunió a los ancianos, los sacerdotes y al pueblo en la plaza.
**»Escuchen, pueblo de Judá,»** comenzó Isaías, con voz firme pero llena de compasión. **»Ustedes preguntan: ‘¿Por qué ayunamos y no nos ves? ¿Por qué nos humillamos y no respondes?’ Pero mientras afligen sus almas, oprimen a sus trabajadores. Mientras levantan sus manos en oración, sus puertas están cerradas al hambriento y al desnudo.»**
El silencio se apoderó de la multitud. Algunos bajaron la mirada, recordando cómo habían ignorado al mendigo que pedía pan junto a la puerta de la ciudad. Otros pensaron en los jornaleros a quienes retenían su salario.
Entonces Isaías continuó, con palabras que atravesaban como espada:
**»¿No es este el ayuno que yo escogí? Que suelten las cadenas de injusticia, que compartan su pan con el hambriento, que den refugio al pobre sin techo. Cuando vean al desnudo, cúbranlo, y no se aparten de su propia carne.»**
Un hombre llamado Obed, mercader de oficio, sintió un golpe en su conciencia. Recordó cómo, justo esa mañana, había regateado el precio del trigo a un campesino necesitado. Una mujer llamada Séfora, esposa de un levita, pensó en cómo había despreciado a una viuda que pedía ayuda.
Isaías, viendo que sus palabras calaban, levantó las manos hacia el cielo y declaró:
**»Entonces brillará tu luz como el alba, y tu justicia irá delante de ti. El Señor será tu guía, y en la sequía saciará tu alma. Serás como huerto de riego, como manantial cuyas aguas nunca faltan.»**
El mensaje era claro: Dios no buscaba ceremonias vacías, sino corazones transformados. No quería sacrificios sin misericordia, sino vidas que reflejaran su amor.
Pasaron los días, y algo comenzó a cambiar en Jerusalén. Obed buscó al campesino y le pagó lo justo. Séfora llevó alimento a la viuda. Las puertas de las casas se abrieron para los necesitados, y los jueces empezaron a actuar con equidad.
Y entonces, como había prometido el Señor por boca de Isaías, la bendición llegó. Las cosechas fueron abundantes, la paz reinó en las fronteras, y la presencia de Dios se sintió como un viento fresco sobre la ciudad.
Porque habían entendido, al fin, que el verdadero ayuno no era solo abstenerse de pan, sino partir el propio pan con quien no tenía. Y en eso, Dios se deleitaba.