Biblia Sagrada

Here’s a concise and impactful Spanish title within 100 characters: **La Montaña de la Paz: La Visión de Eliab** (Alternatively, if you prefer a shorter version: **El Sueño del Monte del Señor**) Both options stay within the limit, avoid symbols/quotes, and capture the essence of the story. Let me know if you’d like any adjustments!

**El Monte del Señor**

En los días venideros, cuando el tiempo del Señor se acerque, el monte de la casa de Jehová será establecido como el más alto de todos los montes, elevándose sobre las colinas con majestad indescriptible. Las naciones correrán hacia él, no por espada ni por guerra, sino atraídas por la luz de su verdad.

En una aldea cercana a Jerusalén, vivía un hombre llamado Eliab, un labrador de corazón humilde que anhelaba la paz. Había crecido escuchando las palabras del profeta Miqueas, pero en sus días, la tierra aún gemía bajo el yugo de la opresión. Los poderosos pisoteaban a los débiles, y las espadas no cesaban de relucir bajo el sol ardiente.

Una noche, mientras Eliab velaba bajo un cielo estrellado, tuvo un sueño. Vio una montaña que tocaba los cielos, más alta que los cedros del Líbano y más firme que los cimientos de la tierra. De su cumbre fluía un río de aguas cristalinas, y a sus pies se reunían multitudes de toda lengua y nación. Hombres de Egipto, guerreros de Asiria, mercaderes de Tiro y pastores de Judá, todos dejaban sus armas al pie del monte y ascendían juntos, sin temor.

Al despertar, Eliab supo que aquella visión era el cumplimiento de la promesa: *»Y volverán muchas naciones, y dirán: Venid, subamos al monte de Jehová, y a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará en sus caminos, y andaremos por sus veredas»* (Miqueas 4:2). Con lágrimas en los ojos, corrió hacia la ciudad para compartir la revelación.

Pero no todos creyeron. Los soldados, endurecidos por años de batalla, se burlaron. «¿Paz? Solo la espada trae victoria», decían. Los mercaderes, acostumbrados a explotar al pobre, fruncían el ceño ante la idea de un reino donde el oro no reinara. Sin embargo, entre los humildes, la esperanza comenzó a arder como brasa bajo cenizas.

Pasaron los años, y las profecías se cumplieron. Babilonia cayó, los imperios se desvanecieron como niebla al amanecer, y un remanente fiel regresó a Sion. Aunque las guerras no cesaron del todo, aquellos que recordaban la promesa mantuvieron viva la fe. Y en los días del Mesías, cuando el Verbo se hizo carne, la visión de Eliab se hizo realidad.

Jesús, el Príncipe de Paz, enseñó desde los montes de Galilea, llamando a todas las naciones a dejar sus espadas y seguirlo. Y aunque la cruz pareció ser el fin, la resurrección marcó el inicio del reino eterno, donde un día, *»forjarán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra»* (Miqueas 4:3).

Y así, en la plenitud de los tiempos, cada hombre y mujer que camine en la luz del Cordero verá el monte del Señor, no como un sueño, sino como una eternidad de paz.

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