Here’s a concise and engaging title for your Bible story in Spanish (within 100 characters, no symbols or quotes): **El Sacrificio de Paz: Una Ofrenda de Gratitud** (Alternative option, shorter: **El Cordero de Paz y la Comunión con Dios**) Let me know if you’d like any adjustments!
**El Sacrificio de Paz y la Consagración**
El sol comenzaba a ascender sobre el campamento de Israel, bañando las tiendas con una luz dorada que parecia santificar la mañana. Era un día importante, pues la comunidad se preparaba para presentar ofrendas de paz al Señor, según lo establecido en las leyes dadas a Moisés en el monte Sinaí.
Entre los israelitas, un hombre llamado Eleazar, hijo de Aarón, se levantó temprano para cumplir con el ritual sagrado. Había prometido a su familia que ofrecerían un sacrificio de acción de gracias, pues el Señor les había concedido un viaje seguro a través del desierto. Con manos temblorosas, escogió un cordero sin defecto de su rebaño, lo acarició suavemente y lo llevó hacia el Tabernáculo.
El aroma a incienso ya flotaba en el aire, mezclándose con el humo de los holocaustos que ardían sobre el altar de bronce. Los sacerdotes, vestidos con sus túnicas de lino fino y sus cinturones tejidos, se movían con solemnidad, recordando las palabras del Señor: *»La ley del sacrificio de paz que se ofrecerá a Jehová…»* (Levítico 7:11).
Eleazar se acercó al sacerdote, quien extendió sus manos sobre la cabeza del animal, simbolizando la transferencia de la gratitud y la culpa. Con un cuchillo afilado, el cordero fue sacrificado, y su sangre fue rociada alrededor del altar. El sonido del fuego crepitando se mezclaba con los murmullos de oración mientras la grasa del animal era separada y quemada como ofrenda de olor grato al Señor.
El pecho y la pierna derecha fueron apartados como porción para los sacerdotes, según la ordenanza divina. El resto de la carne fue devuelto a Eleazar y su familia para que comieran en un banquete sagrado, celebrando la bondad de Dios. Las mujeres prepararon panes sin levadura y tortas mezcladas con aceite, tal como Moisés había instruido.
Mientras comían, Eleazar recordó a sus hijos las palabras del Señor: *»La carne del sacrificio de paz se comerá el mismo día; no dejarán nada de él para la mañana»* (Levítico 7:15). Era un recordatorio de que la provisión de Dios era diaria, y que debían confiar en Él cada jornada.
Al caer la noche, las últimas brasas del altar brillaban como estrellas terrenales. El pueblo se retiró a sus tiendas, lleno de gratitud y reverencia, sabiendo que cada ofrenda era un reflejo de la santidad de Dios y de Su deseo de comunión con ellos.
Y así, bajo el manto de la noche, el aroma del sacrificio ascendió hacia los cielos, como un perfume de obediencia y devoción, agradable al Señor.