Here’s a concise and engaging title within 100 characters: **La Multitud Redimida: Vestidos de Blanco en la Gloria** (98 characters, no symbols or quotes.) Alternativa más corta: **La Multitud Blanca: Redimidos por el Cordero** (60 characters.) Let me know if you’d like any adjustments!
**La Multitud Vestida de Blanco**
El sol comenzaba a descender sobre el horizonte celestial, teñido de tonalidades doradas y carmesí, como si el mismo cielo anticipara la gloria que estaba por revelarse. Juan, el amado discípulo, se encontraba en la isla de Patmos, donde el Espíritu lo había transportado en visión. Sus ojos, aunque cansados por los años, ardían con la claridad de la revelación que el Señor le concedía.
De pronto, un silencio solemne envolvió los cielos. Los cuatro seres vivientes, llenos de ojos por delante y por detrás, cesaron su incesante alabanza: *»Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es y el que ha de venir»*. Los veinticuatro ancianos, coronas en mano, inclinaron sus rostros en adoración. Entonces, Juan percibió a cuatro ángeles poderosos, de pie en los cuatro extremos de la tierra, sosteniendo los vientos para que no soplaran sobre la tierra, el mar o los árboles.
Uno de los ancianos se acercó a Juan y le preguntó con voz melodiosa: *»¿Quiénes son estos que están vestidos de ropas blancas, y de dónde han venido?»* Juan, humilde, respondió: *»Señor mío, tú lo sabes»*.
El anciano sonrió con ternura y dijo: *»Estos son los que han salido de la gran tribulación; han lavado sus ropas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero»*.
En ese instante, la visión se expandió ante los ojos de Juan. Una multitud incontable, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, se alzaba ante el trono y delante del Cordero. Vestían túnicas resplandecientes, más blancas que la nieve, y sostenían palmas en sus manos. Sus voces resonaban como el estruendo de muchas aguas y como el retumbar de truenos poderosos, clamando a una sola voz: *»¡La salvación pertenece a nuestro Dios, que está sentado en el trono, y al Cordero!»*
Los ángeles que rodeaban el trono, los ancianos y los cuatro seres vivientes se postraron sobre sus rostros y adoraron a Dios, diciendo: *»¡Amén! La bendición y la gloria, la sabiduría y la acción de gracias, la honra, el poder y la fortaleza sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. ¡Amén!»*
Uno de los ancianos se volvió hacia Juan y explicó: *»Estos que ves son los que han perseverado. Hambrientos, sedientos, afligidos, pero fieles hasta la muerte. Por eso están delante del trono de Dios y le sirven día y noche en su templo. El que está sentado en el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed; el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno, porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará y los guiará a fuentes de aguas de vida. Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos»*.
Juan sintió un gozo indescriptible al contemplar aquella promesa cumplida. La redención no era solo para unos pocos, sino para una multitud que ningún hombre podía contar. Griegos y judíos, esclavos y libres, hombres y mujeres de toda lengua y cultura, unidos en adoración eterna.
Y mientras la visión continuaba, el cielo mismo pareció resonar con un nuevo cántico, una melodía que trascendía el tiempo y el espacio, anunciando que el propósito de Dios se cumpliría. El Cordero, inmolado desde la fundación del mundo, había vencido. Y su pueblo, lavado en su sangre, reinaría con Él por la eternidad.
Así terminó la visión, pero la esperanza permaneció grabada en el corazón de Juan, y en el de todos los que, a lo largo de los siglos, anhelan el día en que se unirán a esa multitud vestida de blanco, donde el dolor será solo un recuerdo lejano y la presencia de Dios lo será todo.