Here’s a concise and engaging title in Spanish (under 100 characters, no symbols or quotes): **El Juicio de Miriam y Aarón en el Desierto** (Alternative, shorter option if needed: **La Lepra de Miriam: Rebelión y Castigo**) Let me know if you’d like any adjustments!
**La Rebelión de Miriam y Aarón**
En aquellos días, cuando el pueblo de Israel vagaba por el desierto, acampando en Hazerot, surgió un murmullo entre las tiendas que pronto se convirtió en una tempestad de orgullo y discordia. Miriam, la profetisa, hermana mayor de Moisés, y Aarón, su hermano, el sumo sacerdote, comenzaron a hablar en secreto, pero sus palabras no permanecieron ocultas por mucho tiempo.
—¿Acaso ha hablado el Señor solamente por medio de Moisés? —preguntó Miriam con voz aguda, mientras tejía una túnica bajo la sombra de su tienda—. ¿No ha hablado también por nosotros?
Aarón, con su túnica sacerdotal brillando bajo el sol del desierto, asintió lentamente.
—Es cierto. Nosotros también hemos sido elegidos por Dios. ¿Por qué entonces Moisés actúa como si fuera el único portador de la palabra divina?
El motivo oculto de su queja, sin embargo, no era solo el liderazgo, sino también la esposa de Moisés, Séfora, la cusita. Miriam, con celos arraigados en su corazón, no podía aceptar que una extranjera ocupara un lugar tan cercano al libertador de Israel.
Pero el Señor, que escudriña los corazones, conoció sus pensamientos.
**La Intervención Divina**
De repente, una columna de nube, que normalmente descansaba sobre el Tabernáculo, se movió con majestad hacia la tienda de reunión. El aire se volvió pesado, y un silencio sagrado cayó sobre el campamento. Moisés, humilde y manso como siempre, se acercó al lugar santo, pero esta vez el Señor llamó no solo a él, sino también a Aarón y a Miriam.
—¡Salid los tres al Tabernáculo! —ordenó una voz que resonó como el trueno.
Temblando, los tres hermanos obedecieron. La presencia del Señor descendió en la puerta del Tabernáculo, y la gloria divina llenó el lugar con un resplandor que hacía inclinar los rostros hacia el suelo.
Entonces, el Señor habló con firmeza:
—Escuchad mis palabras: Si hay entre vosotros un profeta del Señor, yo me revelo a él en visiones y le hablo en sueños. Pero no es así con mi siervo Moisés, quien es fiel en toda mi casa. Con él hablo cara a cara, claramente y no en enigmas, y él contempla la imagen del Señor. ¿Por qué, pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés?
El reproche del Altísimo cayó como un martillo sobre Miriam y Aarón. Este último, pálido, bajó la cabeza, pero Miriam, cuya lengua había sido la más afilada, sintió de inmediato el peso de la ira divina.
**El Castigo de Miriam**
Antes de que pudieran pronunciar una palabra de arrepentimiento, la nube se retiró, pero Miriam, de repente, lanzó un grito de horror.
—¡Aarón, hermano mío! —gritó, llevándose las manos al rostro—. ¡Mi piel!
Aarón miró a su hermana y retrocedió espantado. La piel de Miriam, antes sana, se había vuelto blanca como la nieve, cubierta por la lepra más repulsiva.
—¡Moisés, por favor! —rogó Aarón, cayendo de rodillas—. No permitas que nuestra hermana quede como un muerto andante, consumiéndose día tras día.
Moisés, aunque herido por su rebelión, clamó al Señor con lágrimas:
—¡Oh Dios, te suplico, sánala!
El Señor, misericordioso pero justo, respondió:
—Si su padre le hubiera escupido en el rostro, ¿no quedaría avergonzada durante siete días? Que sea encerrada fuera del campamento por siete días, y después será readmitida.
Así, Miriam, la profetisa que una vez cantó victoria junto al Mar Rojo, fue llevada fuera del campamento, cubierta con un velo para ocultar su vergüenza. El pueblo, al ver que la nube no se movía, comprendió que el Señor esperaba, y no partieron hasta que los siete días se cumplieron.
**La Lección Aprendida**
Cuando Miriam fue purificada y reintegrada al campamento, Aarón, con lágrimas en los ojos, abrazó a su hermana. Ambos habían aprendido una lección amarga: el orgullo y la envidia no tienen lugar en el pueblo de Dios. Moisés, sin guardar rencor, los recibió de vuelta, demostrando una vez más por qué era el siervo más humilde sobre la tierra.
Y así, el campamento de Israel partió de Hazerot, recordando por siempre que el Señor defiende a los que Él elige, y que contra Su voluntad, ninguna rebelión prospera.