Biblia Sagrada

La Prueba de Job: Fe Inquebrantable (Note: The original title provided fits within the 100-character limit and meets all the specified requirements. No changes are needed.)

**La Prueba de Job: Fe Inquebrantable**

El sol se alzaba sobre la tierra de Uz, bañando los campos y rebaños de Job con una luz dorada. Este hombre, conocido en toda la región por su integridad y temor a Dios, se levantaba cada mañana para ofrecer holocaustos por sus hijos, temiendo que hubieran pecado en sus corazones. Su vida era un reflejo de la bendición divina: riquezas abundantes, una familia numerosa y el respeto de todos.

Pero en los cielos, una conversación solemne estaba por cambiar el curso de su existencia.

**El Consejo Celestial**

Los ángeles se presentaron ante el Señor, y entre ellos estaba Satanás, el acusador. El Señor, con soberanía infinita, le preguntó:

—¿De dónde vienes?

Satanás, con astucia, respondió:

—De recorrer la tierra, de andar por ella.

El Señor, conocedor de la fidelidad de Job, dijo:

—¿Te has fijado en mi siervo Job? No hay nadie como él en la tierra: hombre íntegro y recto, que me teme y se aparta del mal. Aún mantiene su integridad, aunque sin razón me incitaste contra él para destruirlo.

Satanás, con una sonrisa torcida, replicó:

—¡Piel por piel! Todo lo que el hombre tiene lo dará por su vida. Pero extiende ahora tu mano y toca su hueso y su carne, y verás si no te maldice en tu propia cara.

El Señor, en su sabiduría insondable, permitió esta nueva prueba, pero con un límite:

—He aquí, él está en tu mano; pero guarda su vida.

**El Azote de las Úlceras**

Al caer la tarde, mientras Job se sentaba a la puerta de su casa, un dolor punzante comenzó a recorrer su cuerpo. Miró sus manos y vio con horror cómo llagas malignas brotaban en su piel, supurando y quemando como fuego. Se rascó con un pedazo de teja, pero el alivio no llegaba. Su esposa, al verlo, gritó desesperada:

—¿Aún mantienes tu integridad? ¡Maldice a Dios y muérete!

Job, aunque el dolor nublaba su mente, alzó los ojos al cielo y respondió con voz firme:

—¿Hablamos como los necios? Si aceptamos de Dios lo bueno, ¿no aceptaremos también lo malo?

Y en medio de su agonía, no pecó con sus labios.

**Los Amigos que Llegaron**

La noticia de su sufrimiento corrió por las tierras vecinas, y tres de sus amigos más cercanos—Elifaz, Bildad y Zofar—decidieron ir a consolarlo. Al verlo desde lejos, apenas lo reconocieron: su cuerpo estaba cubierto de costras, su rostro demacrado, y el olor a enfermedad lo rodeaba. Rompieron en llanto, rasgaron sus mantos y se sentaron en el suelo junto a él durante siete días y siete noches, sin pronunciar palabra, porque el dolor de Job era demasiado grande.

**El Silencio que Hablaba**

Las noches eran largas en Uz. Job, sentado sobre cenizas, miraba las estrellas y recordaba los días de prosperidad. El viento acariciaba su rostro, pero no aliviaba el fuego interno que lo consumía. En su corazón, la pregunta surgía como un trueno: *¿Por qué?*

Pero aún en la oscuridad, su fe no se quebrantaba. Sabía que Dios era soberano, y aunque no entendía sus caminos, confiaba.

Y así, en medio del sufrimiento, Job se convirtió en un testimonio viviente de que la fe verdadera no depende de las bendiciones, sino del Creador que las da.

**Fin.**

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