Biblia Sagrada

La Llamada de Moisés y las Señales de Dios (99 caracteres)

**La Llamada de Moisés y las Señales del Poder de Dios**

El sol ardiente del desierto de Madián caía sobre las laderas pedregosas mientras Moisés apacentaba el rebaño de su suegro Jetro. El aire era seco y el silencio, interrumpido solo por el balido ocasional de las ovejas. Moisés, ahora un hombre de ochenta años, había pasado cuatro décadas en aquel lugar, lejos de Egipto, lejos de su pasado como príncipe. Pero Dios no lo había olvidado.

Un día, mientras guiaba las ovejas hacia el monte Horeb, algo extraordinario captó su atención: una zarza ardía con llamas intensas, pero las hojas no se consumían. Intrigado, se acercó, descalzándose al escuchar una voz que salía de las llamas:

—¡Moisés, Moisés!

—Heme aquí —respondió él, temblando.

—No te acerques más. Quita el calzado de tus pies, porque el lugar que pisas es tierra santa.

El corazón de Moisés latía con fuerza mientras Dios continuaba:

—He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto y he oído su clamor. Por eso te envío a Faraón para que saques a mi pueblo de la esclavitud.

Moisés, abrumado por la magnitud de la tarea, respondió con vacilación:

—¿Quién soy yo para presentarme ante Faraón y sacar a los hijos de Israel de Egipto?

Dios le aseguró:

—Yo estaré contigo. Y esto será la señal: cuando hayas sacado al pueblo de Egipto, serviréis a Dios en este monte.

Pero Moisés, aún inseguro, preguntó:

—Si voy a los israelitas y les digo que el Dios de sus padres me envía, pero ellos me preguntan: «¿Cuál es su nombre?», ¿qué les responderé?

Entonces Dios reveló su nombre eterno:

—YO SOY EL QUE SOY. Así dirás a los hijos de Israel: «YO SOY me ha enviado a vosotros».

A pesar de esta revelación, Moisés seguía temeroso.

—¿Y si no me creen ni escuchan? ¿Qué hago entonces?

Dios, paciente, le concedió tres señales poderosas para convencer al pueblo:

**Primera señal: La vara que se convierte en serpiente**
Dios le ordenó arrojar su vara al suelo. Al hacerlo, el bastón se transformó en una serpiente, haciendo retroceder a Moisés de miedo.

—Extiende tu mano y tómala por la cola —le dijo Dios.

Moisés obedeció, y al hacerlo, la serpiente volvió a ser vara en su mano.

**Segunda señal: La mano leprosa**
Dios le dijo que metiera su mano en el pecho. Al sacarla, estaba blanca como la nieve, cubierta de lepra. Pero al volver a introducirla, quedó sana otra vez.

**Tercera señal: El agua convertida en sangre**
Finalmente, Dios le dijo que tomara agua del Nilo y la derramara en tierra. Al hacerlo, el líquido se tornaría en sangre ante los ojos del pueblo.

Aun con estas señales, Moisés protestó:

—Señor, nunca he sido hombre de palabras elocuentes. Soy tardo en el habla y torpe de lengua.

Pero Dios respondió con paciencia:

—¿Quién dio la boca al hombre? ¿No soy yo, el Señor? Ve, y yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que hayas de decir.

Moisés, sin embargo, suplicó:

—Te ruego, Señor, envía a otro.

Entonces el Señor se enojó, pero accedió a que su hermano Aarón, más elocuente, fuera su portavoz.

Finalmente, Moisés tomó su vara, se despidió de Jetro y emprendió el viaje de regreso a Egipto, no sin antes ser advertido por Dios:

—Faraón no os dejará ir fácilmente. Pero yo endureceré su corazón y realizaré grandes prodigios. Al final, después de mi juicio, él os dejará salir.

Con paso firme pero corazón agitado, Moisés partió hacia la tierra que una vez había abandonado, llevando consigo no solo un mensaje de liberación, sino el poder del Dios que lo enviaba.

Y así, el humilde pastor se convirtió en el libertador de Israel, portador de las señales que demostrarían al mundo que el Dios de Abraham, Isaac y Jacob estaba a punto de actuar con mano poderosa.

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