**La Última Cena y la Traición de Judas**
El aire en Jerusalén estaba cargado de tensión. La festividad de la Pascua se acercaba, y las calles bullían con peregrinos venidos de todas partes para celebrar la liberación de Israel de Egipto. Pero en medio de la multitud, Jesús caminaba con una solemnidad que sus discípulos notaban, aunque no acababan de comprender.
Dos días antes de la Pascua, mientras estaban en Betania, Jesús había sido ungido por una mujer con un perfume costoso, provocando el disgusto de algunos que murmuraban sobre el desperdicio. Pero él había defendido su gesto, diciendo: *»Ella ha hecho lo que podía; ha anticipado el ungir mi cuerpo para la sepultura»*. Sus palabras, llenas de presagio, resonaban en el corazón de sus seguidores.
**La Conspiración en las Sombras**
Mientras tanto, en el palacio del sumo sacerdote Caifás, los líderes religiosos se reunían en secreto. Fariseos, saduceos y ancianos del Sanedrín conspiraban para arrestar a Jesús y matarlo. Pero temían al pueblo, que lo admiraba por sus enseñanzas y milagros.
Entonces, como respuesta a sus maquinaciones, apareció Judas Iscariote, uno de los doce discípulos. Su corazón, lentamente corrompido por la avaricia y la decepción, lo llevó a traicionar a su Maestro.
—¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego? —preguntó con voz queda.
Los sacerdotes, sorprendidos pero satisfechos, le ofrecieron treinta monedas de plata, el precio de un esclavo según la Ley. Judas aceptó, y desde ese momento buscaba la oportunidad para entregar a Jesús sin que hubiera tumulto.
**La Preparación de la Pascua**
Llegó el primer día de los Panes sin Levadura, cuando se sacrificaba el cordero pascual. Jesús envió a Pedro y a Juan a la ciudad con instrucciones precisas:
—Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua. Seguidle, y donde entrare, decid al dueño de la casa: *»El Maestro dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la Pascua con mis discípulos?»* Él os mostrará una habitación grande, ya dispuesta; preparadla allí.
Todo sucedió como Jesús había dicho. Los discípulos encontraron el lugar y prepararon la cena. Al caer la noche, Jesús llegó con los doce. Las lámparas de aceite iluminaban la estancia superior, proyectando sombras danzantes sobre las paredes. El aroma del pan sin levadura y del vino se mezclaba con el olor a hierbas amargas.
**El Lavatorio de los Pies y la Cena del Señor**
Antes de comer, Jesús se levantó, se ciñó una toalla y comenzó a lavar los pies de sus discípulos. Pedro, incómodo, protestó:
—Señor, ¿tú me lavas los pies a mí?
Jesús respondió con calma:
—Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás después.
Pedro, con su carácter impetuoso, insistió:
—¡No me lavarás los pies jamás!
Entonces Jesús, con mirada penetrante, le dijo:
—Si no te lavo, no tienes parte conmigo.
Pedro, arrepentido, exclamó:
—¡Entonces no solo los pies, sino también las manos y la cabeza!
Jesús les explicó el significado de aquel acto: humildad y servicio. Después, se sentó de nuevo y, tomando el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio a ellos, diciendo:
—Tomad, esto es mi cuerpo.
Luego, tomó la copa de vino, dio gracias y se la pasó, diciendo:
—Esta es mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos.
Los discípulos, aunque no entendían del todo, guardaron aquellas palabras en su corazón.
**El Anuncio de la Traición**
Mientras comían, Jesús, con profunda tristeza, declaró:
—De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar.
Los discípulos se miraron consternados, preguntándose quién sería el traidor. Uno tras otro, comenzaron a decir:
—¿Seré yo, Señor?
Judas, con voz temblorosa, también preguntó:
—¿Soy yo, Maestro?
Jesús le respondió en voz baja:
—Tú lo has dicho.
Y en ese momento, Satanás entró completamente en Judas. Jesús le dijo:
—Lo que vas a hacer, hazlo pronto.
Ninguno de los presentes entendió por qué le dijo eso. Algunos pensaron que, como Judas llevaba la bolsa, Jesús le mandaba a comprar algo para la fiesta o a dar limosna. Pero Judas salió inmediatamente. Era de noche.
**Las Negaciones Anunciadas**
Después de cantar el himno, salieron hacia el Monte de los Olivos. Jesús, con el corazón angustiado, les dijo:
—Todos os escandalizaréis de mí esta noche, porque escrito está: *»Heriré al pastor, y las ovejas serán dispersadas»*. Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.
Pedro, siempre impulsivo, declaró:
—Aunque todos se escandalicen, yo no.
Jesús lo miró con tristeza y dijo:
—De cierto te digo que hoy, en esta noche, antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces.
Pedro insistió:
—Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.
Y todos los discípulos dijeron lo mismo.
**La Oración en Getsemaní**
Llegaron a un lugar llamado Getsemaní. Jesús, llevando consigo a Pedro, Santiago y Juan, comenzó a entristecerse y angustiarse.
—Mi alma está muy triste, hasta la muerte —les confesó—. Quedaos aquí y velad.
Se apartó un poco, cayó rostro en tierra y oró:
—Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que tú.
Al regresar, encontró a los discípulos dormidos.
—Simón, ¿duermes? —le dijo a Pedro—. ¿No has podido velar una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
Otra vez se alejó y oró repitiendo las mismas palabras. Cuando volvió, los encontró dormidos otra vez. Sus ojos estaban cargados de pesadez.
Una tercera vez oró, y al regresar, les dijo:
—Dormid ya y descansad. Basta, la hora ha llegado; he aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. ¡Levantaos, vamos! Mirad, el que me entrega se acerca.
**El Arresto de Jesús**
En ese momento, llegó Judas acompañado de una turba con espadas y palos, enviada por los principales sacerdotes. El traidor les había dado una señal:
—Al que yo besare, ese es; prendedle.
Se acercó a Jesús y dijo:
—¡Rabí!
Y lo besó. Jesús, con mirada penetrante, le respondió:
—¿Con un beso entregas al Hijo del Hombre?
Los discípulos, al ver lo que ocurría, reaccionaron. Pedro, sacando una espada, cortó la oreja de un siervo del sumo sacerdote. Pero Jesús lo reprendió:
—¡Basta! Dejad. Y sanando al herido, añadió—: ¿Acaso no he de beber la copa que el Padre me ha dado?
Volviéndose a los captores, les dijo:
—Como contra un ladrón habéis salido con espadas y palos para prenderme. Cada día estaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis. Pero esto sucede para que se cumplan las Escrituras.
Entonces todos los discípulos, abandonándolo, huyeron. Solo un joven, cubierto apenas con una sábana, lo siguió, pero cuando lo agarraron, dejó la tela y escapó desnudo.
**Conclusión**
Así comenzó el camino de Jesús hacia la cruz. La traición, la negación y el abandono se cumplieron, pero todo formaba parte del plan divino. La sangre del nuevo pacto estaba por ser derramada, no por fuerza, sino por amor.
Y mientras la noche envolvía Jerusalén, el Hijo de Dios, entregado en manos de pecadores, avanzaba hacia su destino final.