**El Salmo de la Justicia Divina: La Historia de Elías y el Rey Malvado**
En los días del reino de Israel, cuando la idolatría y la maldad se habían apoderado del corazón de muchos, hubo un hombre piadoso llamado Elías. No era un príncipe ni un guerrero, sino un humilde siervo de Dios que oraba con fervor, recordando las palabras del Salmo 109: *»Oh Dios de mi alabanza, no calles, porque boca de impío y boca de engañador se han abierto contra mí.»*
El rey de aquel tiempo, Ajab, era un hombre perverso. Bajo la influencia de su esposa Jezabel, había levantado altares a Baal y perseguido a los profetas del Señor. La injusticia reinaba en la tierra: los pobres eran oprimidos, los huérfanos desamparados, y los justos callaban por temor.
Una noche, mientras Elías meditaba en las palabras del salmista, escuchó la voz del Señor: *»Elías, levántate y ve ante Ajab, porque yo he visto cómo su maldad ha subido hasta mis oídos.»* Con temor reverente, el profeta obedeció y se presentó ante el rey en el palacio de Samaria.
—¡Vive el Señor, Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá rocío ni lluvia en estos años, sino por mi palabra! —declaró Elías con firmeza.
Ajab, furioso, ordenó que lo arrestaran, pero Elías escapó por designio divino. El salmo que había meditado se cumplía: *»Ama la maldición, y ésta le sobrevenga; no quiera la bendición, y ella se aleje de él.»*
**El Juicio de Dios**
Pasaron tres años de sequía. La tierra se agrietó, los ríos se secaron, y el pueblo clamaba por pan. Mientras tanto, Elías fue sustentado milagrosamente junto a un arroyo y luego en la casa de una viuda. Durante ese tiempo, Jezabel mandó asesinar a los siervos de Dios, y los sacerdotes de Baal se burlaban de los creyentes, diciendo: *»¿Dónde está vuestro Dios?»*
Pero el Señor no permaneció en silencio.
Finalmente, Elías regresó y desafió a los profetas de Baal en el monte Carmelo. Allí, el poder de Dios se manifestó con fuego del cielo, consumiendo el altar y demostrando que solo Él era digno de adoración. El pueblo, arrepentido, clamó: *»¡El Señor es Dios!»*
Sin embargo, Ajab y Jezabel endurecieron sus corazones. En vez de humillarse, juraron venganza. Fue entonces cuando la maldición del Salmo 109 se cumplió sobre ellos: *»Porque no se acordó de hacer misericordia, sino que persiguió al pobre y al menesteroso.»*
Ajab murió en batalla, y los perros lamieron su sangre, tal como había profetizado Elías. Jezabel fue arrojada desde una ventana, y su cuerpo fue devorado por los mismos animales. El salmo clamaba justicia, y el Señor respondió.
**La Misericordia en Medio del Juicio**
Pero la historia no terminó allí. Entre las sombras de la maldad, hubo uno que recordó las últimas palabras del salmo: *»Pero tú, Jehová, sé misericordioso conmigo.»* Un siervo de Ajab, llamado Abdías, había escondido a cien profetas en cuevas y los alimentó en secreto. Aunque vivió bajo un rey malvado, su corazón temía a Dios.
Cuando el juicio cayó, Abdías fue perdonado y vivió para ver el día en que un nuevo rey, Jehú, derribó los altares de Baal. Así, el salmo se cumplió en su totalidad: los malvados recibieron su pago, pero los justos fueron guardados.
Y Elías, el hombre que había clamado como el salmista, fue llevado al cielo en un carro de fuego, recordando a todos que *»Dios está a la derecha del necesitado, para librar su alma de los que lo condenan.»*
**Conclusión**
Esta historia nos enseña que el Señor escucha el clamor de los oprimidos y actúa con justicia. Aunque los impíos parezcan prosperar por un tiempo, su fin está marcado por la mano divina. Pero para los que, como Elías y Abdías, confían en Dios, hay misericordia y redención.
*»Porque él librará al necesitado que clamare, y al afligido que no tuviere quien le socorra.»* (Salmo 109:31)