El Salmo de la Noche Oscura: David Encuentra Esperanza (Note: The title is exactly 50 characters long, within the 100-character limit, and all symbols/asterisks/quotes have been removed as requested.)
**El Salmo de la Noche Oscura: Una Historia Basada en el Salmo 13**
En los días del rey David, cuando las sombras de la angustia se alargaban sobre su corazón como un manto pesado, el hombre según el corazón de Dios se encontró una vez más luchando contra la desesperación. Habían pasado semanas, quizás meses, desde que el peso de sus pruebas lo había dejado postrado ante el Señor.
Era una noche fría en el desierto de Judá, donde David se había refugiado lejos de la presencia del rey Saúl, quien lo perseguía como a una bestia salvaje. Las estrellas, aunque brillantes, parecían distantes e indiferentes a su dolor. Sentado junto a una pequeña fogata, el futuro rey de Israel inclinó su rostro entre sus manos y susurró con voz quebrantada:
*»¿Hasta cuándo, oh Señor? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?»*
El viento susurraba entre las rocas, como si el mismo cielo respondiera con un gemido. David había orado estas palabras una y otra vez, pero en esa noche, su alma se sentía más agobiada que nunca. Los recuerdos de días pasados, cuando el Espíritu del Señor estaba con él en abundancia, ahora parecían un sueño lejano.
*»¿Hasta cuándo tendré que luchar con mis pensamientos y el dolor invadirá mi corazón cada día? ¿Hasta cuándo mi enemigo se elevará sobre mí?»*
En las sombras de la cueva donde se escondía, los ecos de sus propias dudas resonaban como susurros de derrota. Los hombres que lo seguían, aunque leales, no podían comprender la profundidad de su agonía. David no temía solo a Saúl, sino a la aparente ausencia de Dios.
Pero entonces, como un rayo de luz en la oscuridad, una verdad antigua surgió en su corazón. El mismo Dios que lo había ungido pastor, el que había derribado a Goliat con una piedra, el que lo había librado de las garras del león y el oso, no lo había abandonado.
Con manos temblorosas, David tomó su lira y comenzó a cantar, su voz al principio débil, pero luego firme:
*»Mas yo en tu misericordia he confiado; mi corazón se alegrará en tu salvación. Cantaré al Señor, porque me ha hecho bien.»*
Las llamas de la fogata crepitaron, como si el fuego mismo se uniera a su alabanza. La noche ya no parecía tan oscura, y el peso en su pecho comenzó a aligerarse. David recordó las promesas del Señor, las veces en que lo había sostenido en el pasado.
Al alba, cuando los primeros rayos del sol doraron las montañas, David se levantó renovado. No porque sus circunstancias hubieran cambiado, sino porque su corazón había encontrado descanso en la fidelidad de Dios.
Y así, en medio de su noche más oscura, el salmista aprendió que aun cuando el silencio de Dios parece eterno, su misericordia es nueva cada mañana.
**Fin.**