Here’s a concise and engaging title for your Bible story in Spanish (under 100 characters, without symbols or quotes): **El Fuego Sagrado y la Restitución: Historia de Obediencia** (Alternative even shorter option, if preferred: **El Fuego que Nunca se Apaga**) Let me know if you’d like any adjustments!
**El Fuego Sagrado y la Restitución: Una Historia de Obediencia**
En los días en que el pueblo de Israel acampaba al pie del monte Sinaí, bajo la sombra majestuosa de la presencia de Dios, el Señor dio a Moisés y a Aarón leyes precisas sobre los sacrificios y la santidad. Entre ellas, una instrucción resonó con claridad en el corazón de los sacerdotes: *»El fuego sobre el altar arderá continuamente, no se apagará»* (Levítico 6:12).
**La Vigilia de Eleazar**
Eleazar, hijo de Aarón, era un joven sacerdote lleno de celo por el servicio al Señor. Cada mañana, antes de que los primeros rayos del sol iluminaran el campamento, él se levantaba para avivar las brasas del altar. Con manos cuidadosas, colocaba leña seca de acacia, dispuesta en forma de cruz, y sobre ella, los holocaustos que ardían como aroma grato a Dios. El fuego nunca debía extinguirse, pues simbolizaba la constante comunión entre el Cielo y la Tierra.
Una noche fría, cuando el viento del desierto soplaba con fuerza, Eleazar notó que las llamas disminuían. Aunque el cansancio pesaba sobre sus párpados, recordó las palabras de su padre: *»Si el fuego se apaga, la presencia se aleja»*. Sin dudar, tomó un puñado de ramas secas y las colocó con reverencia sobre las brasas. Las llamas crepitaron de nuevo, iluminando su rostro con un resplandor dorado.
**La Ofensa de Jonatán**
Pero no todos guardaban el mismo respeto. Jonatán, un israelita de la tribu de Dan, había cometido un grave error. En un arrebato de envidia, había tomado para sí una porción de grano que pertenecía a su vecino, jurando en falso ante los ancianos. Pasaron los días, y su conciencia comenzó a atormentarlo. Las palabras de la Ley resonaban en su mente: *»Si alguien peca y actúa infielmente contra el Señor, engañando a su prójimo… deberá restituir lo robado»* (Levítico 6:2-5).
Una tarde, mientras el sol se ocultaba tras las montañas, Jonatán se dirigió al Tabernáculo con paso tembloroso. En sus manos llevaba no solo el grano robado, sino una quinta parte más, como ofrenda de reparación. Cayó de rodillas ante el sacerdote y confesó su culpa. Eleazar, movido por compasión, tomó el sacrificio y lo llevó al altar.
**El Perdón y el Fuego Consumidor**
Con manos santas, Eleazar colocó la ofrenda sobre las llamas. El humo se elevó hacia el cielo, y Jonatán sintió un alivio profundo en su alma. La justicia de Dios no solo exigía castigo, sino también restauración. *»Antes de presentar tu ofrenda, reconciliaos con vuestro hermano»*, le dijo Eleazar.
Mientras la noche caía y las estrellas brillaban sobre el desierto, el fuego del altar seguía ardiendo, recordando a Israel que el pecado podía ser perdonado, pero la santidad de Dios nunca debía ser menospreciada.
Y así, en medio de un pueblo imperfecto, el fuego sagrado seguía ardiendo, señal de que el Dios misericordioso seguía morando entre ellos.