Biblia Sagrada

La Semilla que Creció en Tierra Fértil

**La Semilla que Cayó en Buen Tierra**

El sol comenzaba a declinar sobre las colinas de Galilea, pintando el cielo de tonos dorados y púrpuras. Jesús, rodeado de sus discípulos y una multitud que había crecido como la espuma del mar, se sentó junto a la orilla del lago de Genesaret. Las olas murmuraban suavemente contra las piedras, como si la creación misma anhelara escuchar sus palabras.

Con una mirada profunda que parecía abarcar a cada uno de los presentes, Jesús tomó un puñado de semillas de trigo que un agricultor cercano había dejado caer al pasar. Las mostró en su mano callosa, levantándolas ante todos.

—Escuchen —dijo con voz clara, resonando como el trueno en un valle silencioso—. Un sembrador salió a sembrar su semilla.

Los labriegos entre la multitud asintieron, familiarizados con la labor del campo. Jesús continuó, describiendo cómo algunas semillas cayeron junto al camino, donde fueron pisoteadas por los transeúntes y devoradas por los pájaros del cielo.

—Estos son los que escuchan la palabra, pero viene el diablo y la arrebata de sus corazones, para que no crean y se salven.

Un murmullo recorrió la gente. Algunos bajaron la cabeza, reconociendo la dureza de sus propios corazones.

Jesús prosiguió, describiendo semillas que cayeron sobre piedra. Brotaron con rapidez, pero al salir el sol, se marchitaron por falta de raíz.

—Estos son los que reciben la palabra con gozo, pero en el tiempo de la prueba se apartan.

Varios de los oyentes recordaron a conocidos que, en momentos de persecución, habían abandonado la fe. La tristeza se reflejó en sus rostros.

Luego, Jesús habló de las semillas que cayeron entre espinos. Crecieron, pero fueron ahogadas por las preocupaciones y los placeres de la vida.

—Estos oyen, pero con el tiempo los afanes de este mundo sofocan la palabra, y no llevan fruto a madurez.

Finalmente, su voz se suavizó, como el rocío que cae al amanecer, al describir la semilla que cayó en buena tierra.

—Pero la que cayó en tierra buena son aquellos que, con corazón noble y bueno, retienen la palabra, dan fruto con perseverancia.

Los discípulos, intrigados, se acercaron después, cuando la multitud se dispersó.

—Maestro, ¿qué significa esta parábola? —preguntó Pedro, arrugando su frente bajo el sol poniente.

Jesús, con paciencia, les explicó que los secretos del reino de Dios se revelaban a quienes buscaban con corazón sincero.

—A ustedes se les ha dado conocer los misterios del reino, pero a otros solo en parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.

Les recordó que la semilla era la palabra de Dios, y el suelo, el corazón del hombre. Solo aquel que la recibe con humildad, la guarda y la vive, producirá una cosecha abundante: treinta, sesenta y hasta cien veces más.

Mientras la noche caía sobre Galilea, los discípulos meditaron en estas palabras. Algunos miraron hacia el lago, donde las aguas oscuras reflejaban las primeras estrellas, preguntándose qué clase de tierra eran ellos.

Y Jesús, viendo sus corazones, sonrió, porque sabía que algunos de ellos, aunque débiles ahora, llegarían a ser como árboles firmes, cuyas raíces beberían de las aguas vivas de la eternidad.

**Fin.**

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