**El Buen Pastor: Un Relato Basado en el Salmo 23**
En las verdes colinas de Judá, donde el sol dorado acariciaba los valles y el aire olía a tomillo y hierba fresca, había un pastor llamado Eliab. No era un pastor cualquiera, pues sus ovejas no eran simples animales, sino criaturas que conocían su voz y confiaban en su cuidado. Cada mañana, Eliab las guiaba a través de senderos escarpados y llanuras serenas, buscando siempre los pastos más tiernos y los arroyos de aguas tranquilas.
Una de sus ovejas, una cordera llamada Selah, era especialmente inquieta. A menudo se apartaba del rebaño, tentada por los arbustos secos al borde del camino o por la falsa seguridad de las sombras solitarias. Pero Eliab, con paciencia infinita, nunca dejaba de buscarla. Con su cayado firme pero gentil, la corregía y la traía de vuelta al camino seguro.
Un día, mientras el sol comenzaba a ocultarse tras las montañas, Selah se encontró en un desfiladero angosto, donde las rocas afiladas y los ecos lejanos de lobos la llenaron de temor. El viento silbaba entre las grietas, y la oscuridad parecía cerrarse alrededor de ella. Sintió el peso de su error al haberse alejado, pero entonces, en medio de la penumbra, escuchó una voz conocida:
—*Selah, estoy aquí.*
Era Eliab. Él había dejado a las demás ovejas en un lugar seguro para buscarla. Con su vara, apartó las zarzas que la rodeaban, y con su cayado, la guió de vuelta al sendero. Selah, temblando, se acercó a él, y Eliab la levantó en sus brazos, acariciando su lana enmarañada.
—*No temas, pequeña—* murmuró—. *Aunque andes por lugares oscuros, yo estaré contigo. Mi vara y mi cayado te darán seguridad.*
Al regresar al rebaño, Eliab preparó un lugar especial para Selah. Extendió una manta suave sobre la hierba y vertió aceite perfumado en una pequeña herida que ella tenía en una pata. Las otras ovejas la rodearon, y Eliab sirvió agua fresca en un odre, mientras un cálido fuego crepitaba cerca, ahuyentando las sombras de la noche.
Selah comprendió entonces lo que significaba ser cuidada por el buen pastor. Aunque el valle de sombra era real, su protector era más fuerte que cualquier peligro. Aunque los enemigos—los lobos, el terreno traicionero, la sed—merodeaban, ella no tendría falta, porque Eliab velaba por ella.
Y así, bajo el manto estrellado de Judea, Selah descansó, sabiendo que bondad y misericordia la seguirían todos los días de su vida, y que en la casa de su pastor, siempre habría un lugar para ella.
**Fin.**
*(Este relato expande el Salmo 23 a través de la metáfora del pastor y la oveja, manteniendo fidelidad al texto bíblico y resaltando temas como provisión, protección y redención.)*